En la cuarta catequesis dedicada al padre terrenal de Jesús, Francisco invitó a aprender de San José a unir el silencio con la acción.
Aprendamos de José, que en los Evangelios nunca habla, aunque lo hace de otra manera, es decir, cultivando el silencio, para dejar espacio a la Palabra de Dios. De este modo, permite que el Espíritu Santo regenere y sane nuestra lengua, para no herir más a nuestros hermanos. "Aprendamos de él a unir el silencio con la acción". Esta fue la invitación que el Santo Padre dirigió esta mañana durante la catequesis de la audiencia general celebrada en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, la cuarta dedicada a la figura del padre terrenal de Jesús.
En un escenario festivo por estar en camino hacia la Navidad, junto al belén montado por los jóvenes de la localidad italiana de Gallio, el Obispo de Roma prosiguió sus meditaciones sobre San José, en esta ocasión en su calidad de "hombre del silencio". Tras ilustrar el entorno en el que vivió, su papel en la historia de la salvación y su condición de justo y de esposo de María, el Santo Padre recordó que "los Evangelios no recogen ninguna palabra de José de Nazaret", no porque fuera taciturno, sino para "dejar espacio a la Presencia del Verbo hecho carne, a Jesús", tal como también lo señala San Agustín.
Francisco afirmó que "el silencio de José no es un mutismo; es un silencio lleno de escucha, un silencio laborioso, un silencio que pone de manifiesto su gran interioridad". Mientras Jesús, en la casa del carpintero de Nazaret, creció en esta "escuela", buscando siempre "espacios de silencio en sus días", invitando a sus discípulos a hacer la misma experiencia.
"Queridos hermanos y hermanas, dijo el Pontífice, aprendamos de San José a cultivar espacios de silencio, en el que pueda emerger otra Palabra: la del Espíritu Santo que habita en nosotros".
Y esto, añadió Francisco, "en lugar de hacer que brille la verdad, se puede convertir en un arma peligrosa. De hecho, nuestras palabras se pueden convertir en adulación, vanagloria, mentira, maledicencia, calumnia. Es un dato de experiencia que, como nos recuerda el Libro del Eclesiástico, muchos han caído a filo de espada, mas no tantos como los caídos por la lengua".
Mientras el Apóstol Santiago en su Carta, prosiguió explicando el Papa, desarrolla este antiguo tema del poder, positivo y negativo, de la palabra con ejemplos deslumbrantes: "Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hecho a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición".
El Papa agregó que "este es el motivo por el cual debemos aprender de José a cultivar el silencio: ese espacio de interioridad en nuestras jornadas en las que damos la posibilidad al Espíritu de regenerarnos, de consolarnos, de corregirnos". Y dijo que "el beneficio del corazón que tendremos sanará también nuestra lengua, nuestras palabras y sobre todo nuestras elecciones". De hecho"
Por último, el Santo Padre concluyó esta catequesis con una oración:
Al saludar a los fieles y peregrinos de nuestro idioma, el Papa dijo:
Antes de rezar el Padrenuestro en latín, y de impartir su bendición apostólica, el Santo Padre, al saludar en italiano dirigió, como es costumbre, un pensamiento especial para los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados presentes en esta audiencia.