(VIDEO) Mons. Daniel Blanco Méndez, obispo auxiliar
Este tercer domingo del tiempo de Adviento tiene el nombre de Gaudete, una palabra latina que significa estén alegres, estas son las palabras de la Antífona de entrada de la Eucaristía y también las palabras con las que inicia la segunda lectura.
Este llamado a estar alegres será una constante en la liturgia de la palabra de este domingo y por tanto, será el tema que guíe nuestra reflexión.
Junto a otras virtudes cristianas que los domingos anteriores se nos han recordado, como la oración, la sobriedad de vida y la esperanza, hoy se nos indica que la alegría debe ser una característica del cristiano que espera al Señor que viene a salvarnos. Una alegría que se experimenta aún en medio de situaciones difíciles, porque como enseña el teólogo latinoamericano Gustavo Gutiérrez, «lo que se opone al gozo no es el sufrimiento, sino la tristeza» (Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente).
Precisamente el llamado que hace el profeta Sofonías al pueblo de Israel es a estar llenos de gozo, lo dice de todos los modos posibles (canten, regocíjense, den gritos de júbilo), porque el Señor está en medio de su pueblo. La Hija de Sión, es la ciudad santa de Jerusalén, llena de sufrimiento por la violencia y la idolatría del Rey Manasés, pero Dios no sólo anuncia que todo va a cambiar, sino que sigue recordando que Él está en medio de su pueblo, que lo ama, que lo rescata, que se alegra con él y esto, en medio del sufrimiento vivido, llena de gozo al pueblo elegido.
Asimismo San Pablo llama a la alegría a la comunidad cristiana de Filipos, porque esta comunidad ya está inquieta, preocupada y sufriendo porque el Señor se tarda en volver y las dificultades del mundo la agobian. Ante esto, Pablo manifiesta que el cristiano vive la alegría de saber que Cristo está cerca, y que esa alegría se manifiesta en la benevolencia con el hermano, en la súplica confiada al Señor, precisamente por las dificultades que se pueden estar pasando, y en la gratitud a Dios por todos sus dones, principalmente por el regalo de la salvación.
Esta alegría vivida, según la enseñanza de Pablo, en benevolencia con el prójimo, en súplica confiada y en gratitud a Dios, será también la respuesta que el Bautista dará a quienes preguntaron ¿qué debían hacer?
El domingo pasado, Juan hacía un llamado a estar preparados ante la llegada del Señor, allanando los caminos y enderezando las sendas tortuosas y quienes escuchaban la predicación, incluidos dos grupos de personas consideradas pecadoras como lo eran los publicanos y los soldados, preguntaron qué debían hacer. La respuesta del Bautista fue una invitación a la caridad y a hacer lo que a cada quien le corresponde con honestidad y sin hacerle daño al hermano.
Durante esa misma predicación, Juan el Bautista anuncia la llegada del Mesías como aquel que nos viene a salvar, dando vida nueva a la humanidad y enviando el don del Espíritu Santo.
El llamado del Bautista es, por tanto a la alegría porque ya está próxima la llegada del Mesías; esta alegría debe vivirse en caridad, haciendo lo que nos corresponde, según nuestra vocación, sirviendo a Dios y a los hermanos.
En los últimos veinte meses, ha sido palpable el sufrimiento en muchos ámbitos de nuestra vida, por eso puede resultar difícil este llamado a la alegría que nos hace hoy la Palabra de Dios, pero el llamado a estar alegres no esconde el sufrimiento, sino que nos recuerda, como lo ha dicho Sofonías, que el Señor está en medio de nosotros para salvarnos, es la alegría de saber que mientras esperamos su segunda venida, no nos ha dejado solos, él camina con nosotros y sufre con nosotros.
Asimismo es la alegría de saber que en medio de las situaciones difíciles, el Señor nos capacita con su Espíritu para ser cercanos al hermano que más está sufriendo, con la solidaridad, la misericordia y la compasión, es el gozo de acompañar el sufrimiento del hermano con nuestra solidaridad y de experimentar la cercanía y la ternura de Dios en medio de nuestros propios sufrimientos.
Por tanto hermanos la alegría cristiana va más allá de un bello sentimiento, que podría caer incluso en individualismo. La alegría cristiana es compartir con el hermano, con signos concretos de amor y compasión, el gozo de la salvación, el gozo de la misericordia, el gozo de la certeza de esperamos una vida perfecta junto a Dios.
Sigamos este recorrido del tiempo de Adviento, anunciando con auténtica alegría cristiana la verdadera razón de estas fiestas que están próximas: Cristo está cerca, -es más- ya está con nosotros y nos salva.