Testimonio vocacional: Cristian Paúl Flores Umaña, seminarista de Iniciando el Camino del Discipulado | Testigos
Me llamo Cristian Paúl Flores Umaña, vengo de un pueblo alejado de la ciudad de nombre Palmichal de Acosta. Feligrés de la parroquia san Francisco de Asís, en Tabarcia de Mora, Arquidiócesis de San José. Pertenezco de una familia católica poco practicante y evangélica. Crecí con mi abuela materna y mi hermana, por lo que mi abuela se fue convirtiendo en mi figura materna y paterna. Mi infancia y adolescencia fue marcada por el deporte, amigos y por carencias materiales, pero nunca nos faltó la alegría y el amor de una madre entregada y sus gestos concretos de cariño.
Mis primeros pasos en la fe fueron en pastoral juvenil donde experimenté un Cristo Joven, a una Iglesia viva en comunión con la juventud. Pastoral juvenil se convierte en un lugar donde me sentía acompañado, escuchado, apoyado, amado, el lugar donde uno sueña estar; era una felicidad donde en ninguna otra parte se encuentra, esa alegría que solo proviene de Dios. Otro servicio encomendado fue el de la catequesis de Confirmación, en el cual colaboré durante 6 años. Gracias a esta experiencia logré compartir el amor de Dios a los jóvenes y mostrarles la alegría del discípulo de Jesús. Era inexplicable, me puedo describir como aquel sembrador que tira la semilla y Dios se encargaba de transformar el corazón del joven sediento de Jesús.
Mi historia vocacional ha sido de manera progresiva, no podría hablar de un solo momento sino de 3 específicos que marcaron sin duda el llamado. El primer momento consiste cuando recibí el sacramento de la Confirmación, en el año 2013, estando en decimo grado mi mamá me insiste en realizar la Confirma. Ese la catequesis, debo admitir, en un principio no fue una completa disposición de mi parte para entender ni para llenar vacíos sobre la fe, sin embargo, poco a poco me fui envolviendo en el proceso y dejándome seducir lentamente por el Señor. Al final de la Confirma se realizó un retiro titulado "Vida nueva" ese fue el primer momento en el cual experimenté el amor de Dios a través de cada tema.
El segundo momento fue en el año 2018, la salud de mi abuela fue decayendo producto de sus múltiples enfermedades, algo normal para su edad. El día 15 de diciembre al ser las 3:00am mi tía recibe una llamada del hospital informando que mi abuela había fallecido. Un silencio invadía mi ser en ese instante, un golpe muy duro para la familia, el intentar consolar a mi familia sin el aliento necesario, fue una desorientación y una preocupación por lo que vendrá. Podría describirlo como el día más difícil de mi vida.
El tercer momento ocurrió en el 2019, el padre Claudio Charpentier conocido como "Cabito" llegó a la parroquia a concelebrar. Después de la misa me llamó aparte y me dijo lo siguiente: "¿por qué usted no entra al seminario? Mira que debes poner tu corazón en las cosas del cielo y no en las cosas de la tierra" al comienzo lo tomé como un chiste, pero después empezó a calar muy dentro de mí un llamado a hacer algo, pero sin saber a qué era, y no me dejaba tranquilo. Cuando fijaba mi mirada en el altar mi corazón ardía sin poder resistirme. Un sentimiento inexplicable, no podía obviar lo que estaba sintiendo en el corazón y cada vez se volvía más intenso. En ese momento me encontraba terminando mi carrera de Administración de Empresas, con énfasis en finanzas y comenzando otra carrera: Enseñanza de la Matemática, con esta última me había desempeñado desde el 2018 dando clases particulares y era algo apasionante, sentía que había encontrado la vocación en medio de números y jóvenes. Aunque me sentía feliz y apasionado en lo que realizaba seguía con ese sentimiento de insatisfacción muy dentro de mí, el entregarme a mis estudiantes no era suficiente.
Tenía mucho miedo porque no entendía lo que pasaba, se lo manifesté al cura párroco, y me dijo que le preguntara y dialogara con el Señor. ¡Lo hice! En cada momento de oración le preguntaba ¿Qué era lo que estaba sintiendo? ¿Por qué a mí, si en mi parroquia había gente más digna y santa? ¿Por qué sentía esto si en las cosas que hacía era feliz? Jamás pensé que me estuviera llamando al sacerdocio, nunca en mi vida me había cuestionado la vocación y menos el sacerdocio diocesano. En algún momento me visualizaba con una familia, pero es increíble como el Señor transforma nuestra vida.
Hoy me encuentro en el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, en la etapa de Iniciando el Camino del Discipulado, escribiendo mi testimonio con los ojos llorosos por visualizar lo que Jesús ha hecho conmigo. Nunca pensé estar acá, pero simplemente soy feliz y agradecido con lo que Dios me va regalando día con día. Quisiera terminar animándolo a usted joven lector, a dar su vida por Jesús desde su cotidianidad, el miedo será parte del proceso, pero como diría san Juan Pablo II ?Cristo no vale la pena, vale la vida?