Responsive image

Iglesia

Asamblea eclesial de América Latina y el Caribe

Inicio de la primera asamblea eclesial de América Latina y el Caribe - "Todos somos Discípulos Misioneros en salida"

Este domingo 21 de noviembre de 2021 inicia la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, un evento que reunirá a todo el Pueblo de Dios para que juntos construyamos los nuevos caminos de la Iglesia que peregrina en nuestro continente. La celebración de la Eucaristía de apertura presidida por Monseñor Miguel Cabrejos, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), desde la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona del continente.


EUCARISTÍA DE APERTURA DE LA PRIMERA ASAMBLEA ECLESIAL DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Homilía de Mons. Miguel Cabrejos Vidarte, Presidente del CELAM


Queridos hermanos y hermanas en el Señor. Comienzo esta reflexión dirigiendo mi saludo a ustedes reunidos en este hermoso santuario Mariano, la Casa de María de Guadalupe; a los señores Cardenales e invitados especiales de Europa; a los asambleístas de las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe, y a todas las personas que se unen a esta celebración a través de las redes sociales. 

Hoy, todos, bajo la tierna mirada de nuestra Madre, María de Guadalupe, celebramos con gozo, en una misma fe y en un mismo sentir, la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Damos gracias a Dios que nos ha permitido vivir y celebrar el Misterio de Cristo durante el año litúrgico que culmina colocando a Cristo Rey, en el centro de todo lo que existe. Pero también damos gracias a Dios por esta nueva experiencia de vivir, sentir y participar en la Iglesia. Me refiero a la Asamblea Eclesial que inauguramos hoy, luego de un largo camino recorrido juntos, escuchando a todos, sintiendo lo hermoso que es ser miembro del Cuerpo Místico de Cristo, protagonistas y corresponsables de la evangelización como discípulos misioneros.

Al iniciar esta Asamblea, le pido a Dios que abra nuestro corazón para dejarnos guiar en espíritu de escucha, sinodalidad y unidad eclesial, y descubrir lo que Él quiere decirnos como Pueblo de Dios en camino. Queremos ofrecer nuestra existencia al Dios de la vida y hacer Su Voluntad, porque la verdadera grandeza está en dejarse iluminar por la Luz de la Verdad, en descubrir la acción de Dios en la historia, en adherirse al proyecto de Jesucristo y tener la verdad como norma suprema de comportamiento.

Esta Asamblea Eclesial, a semejanza de la Conferencia de Medellín, es un evento histórico. Porque Medellín fue la "recepción creativa" del Concilio Vaticano II, en un contexto marcado por la pobreza y la exclusión; y, esta Asamblea, al tener como objetivo "reavivar Aparecida", que reafirmó la renovación conciliar, busca contribuir para una "segunda recepción" del Vaticano II en el nuevo contexto en que vivimos.

Esta Asamblea es histórica, también, por el hecho de que, en vez de haber realizado la Sexta Conferencia General de los Obispos, el Papa Francisco propuso esta Asamblea Eclesial, integrada por representantes de todo el Pueblo de Dios. Hay, por tanto, el paso de una asamblea donde participaban sólo Obispos, a una Asamblea plenamente Eclesial, como expresión del ejercicio del sensus fidelium. Por ello, esta Asamblea Eclesial cuenta con la participación más amplia de nuestra única Iglesia, Pueblo de Dios. En ella nos hermanamos en diversidad de ministerios y carismas: obispos, sacerdotes y diáconos, religiosas, religiosos, laicas, laicos; hermanos de las periferias materiales, culturales, geográficas y existenciales, y con hermanos en Cristo en el sentido ecuménico de la fe, así como de otras religiones que quieren responder al llamado en común que Dios nos hace. Esta Primera Asamblea inaugura un nuevo organismo sinodal en el ámbito continental, que sitúa la colegialidad episcopal en el seno de la sinodalidad eclesial, expresión de la vinculación del Obispo con el Pueblo de Dios en su Iglesia Local, y de concepción de la Iglesia universal como una ?Iglesia de Iglesias Locales?, presididas en la unidad por el Obispo de la Iglesia de Roma, con Pedro y bajo Pedro.

Esta nueva experiencia de la Iglesia, este nuevo acontecimiento de Pentecostés, al igual que hace dos mil años, se realiza con la presencia de Nuestra Madre, María del Tepeyac, quien representa a todas las advocaciones que sostienen y sustentan la vida e identidad de nuestros pueblos Latinoamericanos y Caribeños. Hemos venido hasta aquí para invocar su fiel y potente intercesión, para que nos muestre el rostro y la mirada de Cristo en esta etapa de encuentro presencial y virtual.

María de Guadalupe, siempre Madre, siempre Fiel, nos acompaña en todo este itinerario. Filialmente le pedimos que nos señale el camino que Dios desea para su Iglesia en nuestra región. Quiero que juntos le pidamos que nos haga dóciles para asumir un proceso de conversión permanente, en comunión con el Concilio Vaticano II y el Papa Francisco, en camino al Sínodo sobre la Sinodalidad, y lo que signifiquen las exigencias pastorales hacia el Jubileo del acontecimiento Guadalupano (2031) y el de la Redención (2033).

Aquí, desde tu Santuario, te presentamos, Madre, la ofrenda del camino recorrido. Han pasado 14 años desde la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, la cual, como ha dicho el Santo Padre, "todavía tiene mucho que ofrecer", y nos encontramos ahora en UNA sola Asamblea en actitud de oración y discernimiento en la hermosa y poliédrica diversidad eclesial.

El Papa Francisco, tan cercano a nuestra América Latina y el Caribe, nos ha pedido acompañarlo en este Kairós. Pues, esta Asamblea es un tiempo de gracia, un acontecimiento inédito, donde experimentamos la novedad del Espíritu que nos sorprende y nos lleva por caminos nuevos. Queremos, en la difícil unidad en la diversidad, responder y acompañar a todo el Pueblo de Dios en una hora profundamente compleja y difícil, en un tiempo de Pandemia, donde los más vulnerables, los preferidos de Cristo, siguen siendo los más afectados. No nos olvidemos: ¡Cristo sigue crucificado en ellos!

El Evangelio de hoy interpela nuestra dificultad como sociedad, e incluso como Iglesia, de creer en la presencia viva y transformadora de Jesús y su Reino de vida. Y no es para menos, sobre todo cuando vemos tantos gestos de ruptura de comunión y de fraternidad: en la inequidad; en la violencia extendida; en los falsos testimonios de líderes que abandonan el sentido de servicio de sus responsabilidades; en la crisis sin precedentes de nuestra casa común, donde los preferidos del Señor son los más afectados. También nos interpela el dolor de hombres, y sobre todo de mujeres, que han sufrido abusos o exclusión sistemática; de quienes deben abandonar sus lugares de origen para buscar mejores condiciones de vida, y son rechazados.

En el Evangelio, Pilato, como muchos actualmente, se pregunta sobre la veracidad del mensaje de Jesús. Pero el Señor responde, no con argumentos superficiales, sino presentándose a sí mismo como mensajero y como el propio mensaje. En medio de su hora más oscura, como la hora de tantos de nuestros pueblos, Jesús afirma con autoridad, su promesa de un Reino que no es de este mundo. Su camino no es como el de otros, su misión es dar testimonio de la verdad, y Él es la Verdad que nos interpela a todos sin excepción, incluso con más fuerza hoy, diciendo en presencia de su Santa Madre "María de Guadalupe": "Todo el que es de la verdad escucha mi voz".

Hoy que avanzamos en este camino Sinodal, abriendo la fase presencial y virtual de la Primera Asamblea Eclesial, pidamos al Señor Jesús el don de la escucha, aquella que nos lleve a salir de nuestras reducidas posiciones particulares, y nos acerque a los hermanos y hermanas para buscar a Dios en común y en comunión. Que San Juan Diego, testigo privilegiado de la presencia materna de Santa María de Guadalupe, sea nuestro ejemplo para abrir nuestros corazones a la interculturalidad, sin temores ni dudas.

Finalmente, expreso mi filial gratitud a Nuestra Señora de Guadalupe por permitirnos estar aquí, luego de un intenso, complejo, desafiante e inspirador camino. Agradezco a todos, especialmente al Sr. Cardenal, Carlos Aguiar, Arzobispo Primado de México; a Mons. Rogelio Cabrera, Presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana; y a los que han hecho posible que estemos unidos en esta convocatoria eclesial animada por el CELAM.


¡Alabado sea Jesucristo! ¡Que viva Cristo Rey!