Mensaje para el mes del educador
La Iglesia, experta en humanidad, camina cercana a todo lo que incumbe a las personas haciéndose solidaria y anunciándoles la plenitud a la que están llamadas en Cristo. Se hace presente, así, en el campo de la educación, privilegiado para el crecimiento y bienestar personal y familiar, para la buena marcha de nuestra sociedad, para la generación de cultura amigable con la humanidad y la casa común. Desarrolla una acción de pastoral educativa, a través de las personas educadoras que sirven a niños, jóvenes y adultos, que viven su fe y evangelizan en el ámbito educativo, de las familias y de las comunidades educativas que comparten esa excelsa misión de educar.
Noviembre es el mes que la Iglesia dedica especialmente a considerar, agradecer, orar, por las personas educadoras, por la dinámica educativa en general. El lema que hemos adoptado es: "La persona educadora, comprometida con una cultura solidaria". En verdad la educación es el ámbito privilegiado para generar cultura, expresión genuina de la persona y de su actividad en la sociedad abierta a la trascendencia, a la espiritualidad. No puede ser, sino solidaria, puesto que es la generación común de las personas congregadas en un ámbito determinado.
Hemos celebrado el bicentenario de nuestra nación y, con ello, el reconocimiento de una cultura común solidaria que hemos generado en todo este tiempo. Entre los valores fundamentales que nos han forjado como país está la fe cristiana, que ha impregnado profundamente nuestra cultura en todas sus manifestaciones: actitudes, costumbres, arquitectura, arte... Y la cultura ha sido el vehículo de expresión para la fe, que ha cobrado el atractivo y la exuberancia de estas tierras tropicales, la espontaneidad, la familiaridad y la calidez de nuestras relaciones, el espíritu emprendedor...
Hay cosas que nos preocupan. La pandemia ha originado una larga interrupción y notoria afectación a la tarea educativa afectando a la calidad de la educación, ha aumentado la deserción escolar; las brechas entre sectores geográficos y de clases sociales, la brecha digital, aumentando con ello la inequidad; el deterioro en la infraestructura en varios centros escolares; el cansancio en los docentes por la recarga de trabajo, la dificultad de actualizarse en los medios digitales y combinarlos con la presencialidad, ideologización de la educación... Tomamos esto como reto para nuestra respuesta generosa.
Vemos con esperanza la convocatoria de un Pacto Educativo Global por parte del Papa Francisco «para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión». Se trata de «unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna». Se nos invita a Tejer redes por la educación...
Jeremías nos ofrece una alegoría significativa en torno a Dios como alfarero. Él sabe concebir y sacar del barro informe una hermosa vasija. Así ha hecho con nosotros, así nos va modelando, a veces recomponiendo, siempre mejorándonos... para que resplandezca en nosotros su misma belleza como criaturas suyas. Nuestra colaboración es aceptar ponernos en sus manos y dejarnos moldear con la confianza en que llevará a culmen en nosotros su obra maestra. Algo así es la educación, esa es la tarea de las personas educadoras, de cada familia y comunidad empeñada en la educación, porque nos educamos mutuamente en la relación, compenetrándonos con la visión y la acción de nuestro Dios, sirviendo a sus designios de amor que nos conforman como dignos hijos suyos.
Nos iluminan nuestra Madre María y San José, familia educadora junto a Jesús.
Monseñor Bartolomé Buigues Oller