Compartimos el testimonio vocacional de un seminarista
Soy
Minor Alonso Arguedas Anchía, seminarista de la diócesis de Alajuela. Me
encuentro actualmente, en el itinerario de formación discipular, ya casi tres
años de haber iniciado esta aventura de seguimiento, por pura misericordia y
gracia de Dios. ¿Cómo fue el llamado? Pues, el Señor se vale de toda
circunstancia. Conmigo no fue la excepción, en medio de las crisis
existenciales, del para qué estamos aquí, de que, si realmente tiene sentido lo
que hacemos a diario, si cumpliendo los estándares de la sociedad nos
aseguramos la felicidad, tratando de responder si era solamente esto la vida, o
aún faltaba algo. Estas y otras muchas cuestionantes me las hacía. No fue sino
hasta aquel momento en el que tuve un encuentro con la Misericordia misma.
Durante una Semana Santa, luego de haber ayudado en la mañana a cargar en
alguna procesión, no preciso cuál, algunas de las imágenes; llegando la
noche, me arrecosté en el sofá de la sala a escuchar una música, en la que
tenía escenas de la película de La Pasión de Cristo, estaba solo. Empecé a
sentirme muy amado por Aquel que se entregó por mí, al punto de experimentar
aquel te amo. No comprendía cómo o porqué, siendo yo un gran pecador, se
había Él donado de esa manera por mí. Siendo cristiano católico, nunca tuve
participación en grupos pastorales en la Iglesia, la única vez que estuve en
uno, fue cuando un amigo me invitó a un fin de semana de retiro del Grupo de
Jornadas, y fue después de haber tenido ese encuentro con Él parecía que
realmente Jesús quería algo de mí; en la Iglesia, tampoco participé en ningún
otro servicio (monaguillo, lector u otro), veía la misa más como un acto
social, se podría decir, un muchacho no con una fe por convicción, sino por
tradición. Los ya casi tres años en el Seminario, es lo que llevo conociendo la
Iglesia. Pero, ¡bendito Dios y bendito Seminario! Fue lo mejor que me pudo
haber sucedido. Previo a esto: estudié, jugué futbol, saqué el título de la
carrera de Ingeniería Industrial, trabajé y ejercí la profesión en una empresa de
una zona franca. Fueron grandiosos años, en los que el Señor me concedió
conocer grandes personas con diferentes pensamientos. Pero, lo mejor de todo
esto, es que Él no me ha llamado por lo que soy, sino más bien, por lo que no
soy. Es decir, me eligió no por mis facultades como persona o profesional, sino
porque simplemente me ha amado, y quiere que esté a su lado. Eso para mí: BASTA
Y SOBRA para dar sentido a la vida. Resolviendo así: el responder al mismo Amor.