(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
En este ?Mes de las Misiones? los cristianos tenemos la oportunidad de renovar nuestro compromiso de llevar el Evangelio de Jesús a todos los rincones del mundo. El lema para este año: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» ( Hch 4,20) nos dice que la misión de la Iglesia brota de una experiencia. Para el Papa Francisco, cuando los cristianos experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, nos sentimos impulsados a anunciar y a compartir esa vivencia tan plena y gratificante.
La Iglesia que es misionera por naturaleza, según se desprende de las propias palabas del Señor resucitado a los apóstoles: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Juan 20,21) no puede quedarse encerrada en sí misma, sino que, renovando su compromiso evangelizador, sale a las periferias de la existencia humana, donde están los pobres, los últimos, los marginados, para llevarles este mensaje de Esperanza.
Este llamado misionero se nos hace en un "tiempo nuevo", con culturas, valores, desafíos y problemáticas diversas y a las que el Evangelio, que es el mismo, debe responder con vitalidad y vigencia. Este es el tiempo que nos corresponde vivir y como nos señala el Santo Padre, debemos ofrecer con humildad y en actitud de servicio este don admirable pues "una Iglesia a la defensiva, que pierde la humildad, que deja de escuchar, que no permite que la cuestionen, pierde la juventud y se convierte en un museo."[1]
Sin prescindir de la riqueza doctrinal que entraña toda acción pastoral, en esta ocasión se nos recuerda que nuestro "estado de misión" tiene como experiencia fundante la vivencia de la fe, de esa "fe capaz de impulsar iniciativas y forjar comunidades a partir de hombres y mujeres que aprenden a hacerse cargo de la fragilidad propia y la de los demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social".[2]
No hay misión eficaz sin una experiencia que transmitir, sin un testimonio que comunicar. Los testigos, en cualquier situación humana, son aquellos que certifican lo que otro ha hecho. En este único sentido podemos nosotros ser testigos de Cristo e instrumentos valiosos para evangelizar con la fuerza de su Espíritu. Al evangelizar debe replicarse en nosotros la misma experiencia de los apóstoles y los discípulos cuando «se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban» ( Mc16,20). Nos corresponde anunciar a los otros, desde nuestra propia experiencia de fe, la misericordia con la que hemos sido tratados, y la constatación de ese inmenso amor nos lleva a superar la inercia y a llevar a otros con alegría este mensaje: «Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive»[3] y nos quiere también vivos, fraternos y capaces de hospedar y compartir esta esperanza.
Hoy y siempre debemos proclamar que Costa Rica necesita recuperar la esperanza en el futuro y no podemos seguir la lógica de la polarización que se nos ha impuesto. Evangelizar es servir a la verdad y sólo en y desde la verdad, puede devolverse la confianza que nuestro pueblo ha perdido en las instituciones y personas, no debemos dudar en hacer posible que la acción política se encamine hacia la búsqueda del desarrollo integral y el bien común.
Renovemos en nuestras comunidades parroquiales, centros educativos católicas, movimientos, vida consagrada nuestro compromiso misionero en la oración, animación y cooperación. Que el centenario de nuestra Provincia Eclesiástica sea una oportunidad para recordar agradecidamente a todas esas personas que, con su testimonio de vida, fortalecieron los cimientos de este gran país. Pido a Dios nos fortalezca y seamos en verdad apóstoles generosos y alegres del Evangelio, nunca podemos desmallar en transmitir el Mensaje que da pleno sentido a toda vida.