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Acudamos a María

(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano



Santa Teresa de Calcuta repetía con empeño: "Aférrate al Rosario como las hojas de la hiedra se aferran al árbol; porque sin nuestra Señora no podemos permanecer". Su presencia, como la de tantos hombres y mujeres en la vida de la Iglesia, fué  fiel expresión del hondo sentido al que accede  aquel cristiano que  práctica  esta oración. Por ello, al dedicar el mes de octubre al rezo del Santo Rosario en la familia y en las comunidades,  nos disponemos como Iglesia a  alcanzar abundantes gracias de Dios por intercesión de nuestra Madre. 

Aunque  con la meditación del Santo Rosario reconocemos la especial misión de María como mujer, como esposa, como madre, como discípula y servidora,  y sus méritos nos hacen venerarla como aquella en quien Dios ha hecho cosas grandes (Cf. Lucas 1,46-55), nuestro amor a la Madre de Cristo y Madre Nuestra manifestado en el Rosario, este hecho no nos distrae del único  culto que justa y merecidamente llamamos "cristiano" pues en Cristo tiene su origen y eficacia, en Cristo halla plena expresión y por medio de Cristo conduce en el Espíritu al Padre. 

Todo gravita en torno a Cristo como punto de referencia: "Al ser honrada la Madre, el Hijo, por razón del cual son todas las cosas (cf. Col 1, 15-16) y en el que plugo al Padre eterno «que habitase toda la plenitud» (Col 1,19), sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos." (Lumen Gentium, n.66)

Ante todo, en el Rosario oramos con María,  la "Virgen orante". "Así aparece Ella en la visita a la Madre del Precursor, donde abre su espíritu en expresiones de glorificación a Dios, de humildad, de fe, de esperanza... Virgen orante aparece María en Caná, donde, manifestando al Hijo con delicada súplica una necesidad temporal, obtiene además un efecto de la gracia: que Jesús, realizando el primero de sus "signos", confirme a sus discípulos en la fe en él(cf. Jn 2, 1-12) ... presencia orante de María en la Iglesia naciente y en la Iglesia de todo tiempo, porque Ella, asunta al cielo, no ha abandonado su misión de intercesión y salvación. (Pablo VI, Marialis Cultus, n.18)

Pidamos al Espíritu Santo que, como hizo con María, nos haga conscientes de sus gracias y agradezcamos al Padre las maravillas que sigue obrando en nuestras vidas. Oremos diariamente con María  y, mientras repasamos los principales acontecimientos en la vida de Jesucristo entonando  las Avemarías, presentemos al Señor los hechos que entretejen nuestra vida personal, mis decisiones, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad entera. 

En este mes de octubre en el que, además, se inaugura un nuevo periodo electoral, recemos el Rosario unidos como Nación para que la "llena del Espíritu Santo" interceda ante el Señor de la Historia y de la Vida, por Costa Rica. María, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, ha sido nuestra incondicional compañera de camino, ha estado asociada a este pueblo mucho antes de constituirse nación independiente y ha permanecido unida a nosotros cumpliendo su maternal misión de llevarnos al encuentro con Jesús. 

Al orar con María recordemos que ella, como madre, nos congrega y consuela. María, como lo hizo en Caná, está atenta a nuestras necesidades, especialmente, aquellas de quienes más sufren por las injusticias, las dificultades económicas, el dolor por la enfermedad, en fin... la desconfianza en el futuro.  Así pues, pidamos su intercesión por Costa Rica para vernos fortalecidos en medio de las complejas circunstancias y podamos renovar nuestro deseo de trabajar unidos por la justicia y la paz social. 

Recemos el Rosario con la firme convicción de ser escuchados y pidamos que aquella que honraron nuestros antepasados con especial afecto y devoción, siga  alumbrando nuestro camino y protegiendo a nuestra querida Nación, que nos libre de las discordias y que, como Reina de la Paz permita que en cada hogar costarricense florezca la esperanza.