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Iglesia

Comunión, unidad y fraternidad

(VIDEO) Mons. Daniel Blanco, obispo auxiliar Arquidiócesis de San José


El texto del evangelio de Marcos y la lectura del libro de los números que se proclaman este Domingo, nos narran acontecimientos muy similares.  Ambos relatos, que son muy descriptivos y elocuentes, nos ayudan a meditar sobre el modo de actuar de Dios en su relación con el ser humano.

El libro de los Números, presenta a Moisés que reconoce que no puede asumir toda la responsabilidad de gobernar al pueblo elegido durante el éxodo y Dios le pide que escoja setenta varones para que colaboren con él.  En la tienda, Dios derrama parte del espíritu que había dado a Moisés sobre estos elegidos, pero dos de ellos nos estaban presentes, se habían quedado en el campamento.  Estos dos también recibieron el espíritu y comenzaron a profetizar.  Josué quiso impedirlo, pero Moisés deja claro que todos pueden recibir el espíritu y profetizar en nombre de YHWH.

Algo similar sucede en el relato evangélico:  un hombre, que no era parte del grupo de los apóstoles, es decir de la comunidad que acompañaba a Jesús más de cerca, expulsa un demonio en nombre de Cristo.  El apóstol Juan no entiende que esto pueda suceder y se lo quiere impedir.  Pero ante esto Jesús indica que quien no está contra, está a favor de Dios y de la comunidad a su alrededor.

La reacción del apóstol Juan y de Josué, pareciera tener una buena intención, ellos buscan mantener la pureza de su grupo y protegerlo de elementos externos que puedan desvirtuar la integridad del mensaje que se anuncia, sea por Moisés o por Jesucristo.

Pero la respuesta de Moisés y de Jesús, manifiesta el modo cómo Dios, por medio de su Espíritu, actúa en favor de todo el género humano.  Ya que en el corazón de toda persona humana existen semillas del verbo, como lo llama el Concilio Vaticano II (AG 11) y por tanto no puede prohibirse a ninguna persona que haga el bien en nombre del Señor.

Y es esta acción del Espíritu Santo, que impulsa al ser humano a actuar según el querer de Dios, haciendo el bien, viviendo la fraternidad, siendo solidarios, trabajando por la justicia y viviendo todos los valores del Reino instaurado por Cristo, lo que permite construir la comunión, incluso cuando no somos del mismo grupo, ya que la fuerza del Espíritu nos permite crear comunidad en medio de las diferencias que puedan existir.

Esta vivencia de la comunión, en la que se trabaja por los valores del Reino en unidad a pesar de ser diferentes, será el mayor signo testimonial que podemos dar los cristianos, así lo dirá el mismo Jesús en la oración sacerdotal:  «Padre, que todos sean uno para que el mundo crea».  Y lo contrario, es decir, la falta de comunión, el no lograr unir esfuerzos para anunciar el evangelio, la existencia de celos entre los creyentes, será signo de escándalo, o como ha dicho Jesús en el evangelio será «ocasión de pecado para la gente sencilla que cree en mí».

Por esto, la segunda parte del Evangelio no puede desligarse del inicio, es decir del acontecimiento del hombre desconocido que expulsaba demonios en nombre de Jesús; ya que la falta de vivir la comunión ha sido siempre un motivo de escándalo y ocasión de pecado dentro de la comunidad de los creyentes, especialmente para aquellos que están iniciando su camino cristiano.  De ahí que Jesús, de forma tan fuerte, advierta que es preferible amputar alguna parte del cuerpo, antes que ser objeto de separación o causa de división dentro de la comunidad, ya que esto escandaliza a la gente sencilla.

Esa también ha sido la enseñanza magisterial de los dos últimos pontífices; nos indicaba el papa emérito «los miembros de la Iglesia no deben experimentar celos, sino alegrarse si alguien externo a la comunidad obra el bien en nombre de Cristo» (Angelus, 30.09.2012), también el papa Francisco nos recuerda «Se trata de estar atentos más a la autenticidad del bien que no al nombre y a la procedencia de quien lo cumple. Y en vez de juzgar a los demás, debemos examinarnos a nosotros mismos, y "cortar" sin compromisos todo lo que puede escandalizar a las personas más débiles en la fe» (Angelus, 30.09.2018).

Que este sea el compromiso de todos:  que inspirados en la Palabra de Dios de este Domingo e impulsados por el Espíritu que habita en nosotros, trabajemos por vivir la comunión, la unidad y la fraternidad, acercándonos a todos los que buscan vivir y extender los valores del Reino, aunque existan diferencias entre nosotros, para que así demos testimonio cristiano y nunca seamos ocasión de pecado para la gente sencilla que cree en el Señor.