(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
Bajo el lema: "Dejémonos contagiar por el amor de Cristo" celebramos en setiembre el mes de la Biblia; esta será una singular ocasión para que todos los fieles nos acerquemos a esta fuente, fundamento y corazón de nuestra vida de fe. En efecto, "la Iglesia se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella."[1]
A lo largo de toda su historia, con alegría y gratitud, el Pueblo de Dios ha encontrado su fuerza en la escucha, en la celebración y en el estudio de esa Palabra de Vida por la que Dios dialoga con su Pueblo. Es una Palabra que se dirige personalmente a cada uno, pero también es una Palabra que construye comunidad, que edifica a la Iglesia pues nos une en la Verdad en nuestro camino hacia Dios. Por la Palabra sabemos que Dios es Amor y así lo prueban sus intervenciones en la historia de la humanidad, que es historia de amor.
La Escritura no pertenece al pasado, es una Palabra siempre viva y actual, fuente de inagotable renovación para la Iglesia. La vida y la muerte, la enfermedad, el covid 19 mismo y la pandemia generada, el dolor, el amor, la familia, en fin, toda la vida humana recibe desde la Palabra una luz nueva y renovadora: "en medio de tantas palabras diarias, necesitamos escuchar esa Palabra que no nos habla de cosas, sino que nos habla de vida"[2]
Esta Palabra de Dios es más que un simple libro aunque así se quiera presentar desde la actual atmósfera atea o secular que pretende desterrar al Dios-amor de la vida personal, de la familia y de la sociedad. Nosotros, creyentes, en un mundo que considera con frecuencia a Dios como algo "superado", confesamos con Pedro que sólo Él tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Dejémonos llenar de esa vida de Dios, hagamos de esa Palabra viva nuestro pilar, "leamos algún versículo de la Biblia cada día, comencemos por el Evangelio; mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo, veámoslo en la pantalla del teléfono, dejemos que nos inspire diariamente. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad, que nos guía con amor a lo largo de nuestra vida".[3]
Del mismo modo, la Biblia es una vigorosa llamada a la esperanza: "En efecto, «esperanza» es una palabra central de la fe bíblica...La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva."[4]
Nuestra fe se nutre del contacto personal con la Palabra de Dios, "que es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebreos 4,12-13). Jesús nos habla del poder de Su palabra para mantenernos firmes en él, actuando según su voluntad: "Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado, permaneced en mí, como yo en vosotros" (Cf. Juan 15,3-4).
Pido al Señor que toda nuestra actividad pastoral se alimente con la Palabra de Dios consignada en la Escritura y que en la liturgia, en la catequesis y en cualquier encuentro de la comunidad eclesial nos empeñemos por hacer accesible la Sagrada Escritura a todo el Pueblo de Dios. Que en este mes de la Biblia nos dejemos interpelar por ella para configurar nuestra vida y asimilar nuestra identidad cristiana.
Que en estos tiempos difíciles descubramos en la lectura y la oración desde la Palabra, esa vitalidad que nos lleva a ser perseverantes en Cristo. "Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza". (Colosenses 3,16)