Testigos / Vladimir A. González Peña
Seminarista de la diócesis de Puntarenas
La Misericordia y la Vocación van de la mano,
aunque parezca una relación lógica, en el proceso de discernimiento vocacional,
el encuentro con la persona de Jesús es un signo de misericordia, es la
experiencia de sentir la mirada fija del Señor que amándonos, nos llama. Al hablar
de misericordia centremos la mirada en su composición, es una palabra que se
compone de dos palabras miser (miserable, desdichado) y cor, cordis
(corazón) y el sufijo ia. Esta palabra hace referencia a la capacidad de
sentir la desdicha de los demás, esto nos lleva a comprender que Jesús
cuando convoca siente con todo su ser la miseria (entendido como debilidades o
aquello que nos ha separado del padre amoroso) y aun así llama a seguirle, esta
llamada del Señor es única, su mirada penetra hasta el fondo del ser. Por tanto, podríamos decir que hablar de llamado
es hablar de una experiencia de encuentro con la misericordia de Dios, como
aquel pasaje del llamado de Mateo,«Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a
la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo
siguió.» ((Mt 9,9) no cabe duda que Jesús ha centrado la
mirada y al verlo no le importo su situación, menos aún sus faltas, aquel
ver del maestro estaba cargado de amor, de perdón y de paz, en
estas circunstancias le llamo, pero hay un paso importante que nos relata el
evangelista, aquel hombre de inmediato dejó todo y lo siguió, este paso
es trascendental porque es la repuesta de cada uno de nosotros a la
misericordia, cuando esta toca lo más profundo de nuestro corazón inmediatamente
nos pone en camino y recibe al Señor
en su casa. Vivir la misericordia en carne propia nos pone de inmediato en
camino hacia los hermanos porque la experiencia de Dios no es en solitario,
sino por el contrario es en comunidad, en el mensaje del Papa Francisco para la cuaresma del 2015 encontré una frase
que me interpelo como cristiano en aquel momento y aun hoy resuena en mi
interior "Seamos islas de misericordia, en
medio de este mar de indiferencias" es una invitación a ver a nuestros hermanos con aquella mirada no de condena,
sino que refleje la experiencia de amor de Dios. Inclusive nos recuerda San
Pablo en la carta a los Efesios" Dios es rico en misericordia: ¡con qué
amor tan inmenso nos amó!, Ustedes han sido salvados por la fe, y lo han sido
por gracia. Esto no vino de ustedes, sino que es un don de Dios."(Ef 2,
4.8) Así es el
camino del seguidor de Jesús, se deja abrazar por la misericordia, y también es
trasmisor de su experiencia. En definitiva,
no tengamos miedo de responder al Señor a pesar de nuestras miserias, porque Misericordia
y Vocación van de la mano. Vladimir A. González
Peña III FDMC