Mensaje de los Obispos de la Conferencia Episcopal a la Iglesia y al pueblo de Costa Rica al finalizar la CXXII Asamblea Ordinaria
Los Obispos de Costa Rica nos hemos reunido bajo la mirada maternal de Nuestra Señora de los Ángeles, en la CXXII Asamblea Ordinaria del 9 al 12 de agosto. Nos sentimos alegres ante la respuesta de fe que año con año se renueva con motivo de la Fiesta Nacional en honor de nuestra Madre y Patrona, que acabamos de celebrar hace solo unos días, contando con las limitaciones y los cuidados sanitarios que la pandemia nos sigue pidiendo.
Saludamos en el Señor a todos los fieles católicos, a los creyentes en Dios y a todas las personas de buena voluntad para ofrecerles este mensaje al finalizar nuestro encuentro.
Enviamos nuestra palabra de aliento en especial para los presbíteros, con motivo de la reciente celebración en honor de San Juan María Vianney, patrono de los sacerdotes. Les agradecemos sus desvelos en la misión de evangelizar y acompañar al pueblo santo de Dios, por su caridad pastoral, y pedimos para que sigan mostrando el rostro misericordioso del Señor en el llamado que de Él han recibido.
Como parte de nuestra reunión, hemos reflexionado sobre el quehacer de nuestra Iglesia y la realidad que afronta nuestra sociedad, con el fin de comprender e interpretar los tiempos que vivimos, para dar un mensaje de aliento a la luz del Evangelio (cfr. Gaudium et spes, 4). Queremos ofrecer palabras de esperanza a la luz de la fe y de los valores que han caracterizado a nuestra Nación, en procura de que entre todos contribuyamos a un mejor rumbo de Costa Rica, cercanos ya al 200 aniversario de su independencia.
1. Bien común
Las secuelas que está dejando la pandemia provocada por el COVID-19 saltan a la luz y ponen en mayor evidencia las grandes brechas sociales y económicas que dividen a nuestro país. Al mismo tiempo reconocemos los esfuerzos que se han realizado para responder a esta emergencia sanitaria tanto por las autoridades estatales como por tantas personas e instituciones que se han involucrado en la lucha por mitigar las secuelas generadas por la pandemia.
Las dramáticas y vergonzosas cifras actuales de pobreza y desempleo han de llevar a responder con acciones concretas que conduzcan a una mayor justicia y equidad. La Costa Rica solidaria que apostó por la educación, las garantías sociales y la paz, en la década de los cuarenta del siglo anterior, se ha venido debilitando grandemente, razón por la cual necesitamos retomar el camino que garantice el verdadero y auténtico bien común.
Asimismo, lamentamos las noticias y hechos que sobre corrupción con recursos públicos han denunciado en los últimos meses las autoridades respectivas. Esto tampoco es algo nuevo, pues se ha repetido y acrecentado desde varias décadas atrás. Hechos de este tipo dañan profundamente nuestra democracia, golpean la institucionalidad y provocan decepción en las personas. Además, hay cada vez mayor desconfianza entre la ciudadanía, que se refleja en la apatía hacia la participación política. No permitamos más el fraccionamiento y la polarización.
De cara a un nuevo proceso de elecciones nacionales, es importante la responsabilidad y el compromiso de todos, de aquellos que se postulan a cargos públicos, de los partidos políticos que representan los candidatos, de los electores y de los medios de comunicación. Todos somos necesarios para contribuir al mejoramiento del país.
Igualmente exhortamos a una campaña de ideas y de compromisos concretos; que la transparencia y honestidad caractericen a quienes piden el voto. Debe imperar el respeto por el otro y, ante todo, el respeto por nuestra nación democrática que urge gobernantes preparados y probos para llevar desarrollo y justicia a nuestra sociedad.
Si ponemos la mirada en el bien común, podremos avanzar hacia el verdadero desarrollo del país, para que pasemos de (condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas) (Populorum Progressio, 20), sobre todo para aquellas personas más vulnerables que están en la línea de pobreza y que claman por una vida digna. De esta forma será posible un desarrollo integral y una reactivación económica y social con rostro verdaderamente humano.
2. Hermanos todos
Sabemos de la dura realidad que atraviesan hermanos nuestros que no cuentan con lo básico para vivir. Nos preocupan poblaciones vulnerables y a veces olvidadas, como lo son los pueblos indígenas, los pescadores, las personas que viven en las líneas fronterizas, migrantes que buscan una oportunidad de calidad de vida, personas en situación de calle, adultos mayores en abandono, mujeres jefas de hogar sin las posibilidades para salir adelante, niños que son explotados.
Esto es sólo una muestra de nuestra realidad, de situaciones que dolorosamente se viven en nuestro país. Como dice el Papa Francisco, en Fratelli tutti, 69: (La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos. Enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo).
La vía de la solidaridad puede marcar un camino común para todos, en el que, como hermanos, podamos salir adelante juntos. Requerimos una respuesta para todos.
Recientemente hemos estado de cerca con el dolor de poblaciones que sufren por las inundaciones, algo que se repite año con año. Vemos y agradecemos, por su parte, las muestras de solidaridad que llegaron de manera pronta. Trabajemos y luchemos siempre por mostrar el mandamiento del amor que nos pide Jesús, amando y sirviendo al prójimo
con hechos. Que sea una práctica constante para que nadie quede al costado del camino como nos pide el Santo Padre.
3. Establecimiento de una ruta
Nuestro país debe evaluar la ruta que ha transitado en las últimas tres décadas, la cual ha dado paso al incremento de la brecha de desigualdad y el aumento de pobreza.
Desde antes de la pandemia, la sociedad clamaba por una ruta de reactivación económica, y ésta es hoy aún más urgente ante las secuelas vividas en el último año y medio.
Hay que incentivar la inversión, coordinar esfuerzos en el ámbito público y privado para la promoción de empleo. Se requiere una ruta que disminuya los requisitos burocráticos y que agilice las necesidades del sector productivo.
Los sectores más pobres no aguantan más cargas impositivas; el sector productivo requiere de mayores posibilidades para su desarrollo. El precio del combustible se ha vuelto una carga abusiva para todos.
Al mismo tiempo, el mejoramiento de la calidad educativa debe ser una prioridad para el actual y siguientes gobiernos. Nuestros niños y jóvenes deben dejar atrás un rezago que preocupa, alarma y pone en riesgo el futuro de nuestra sociedad. Es clave la mejora tecnológica para disminuir esta brecha que divide en dos a los estudiantes de nuestro país.
La Costa Rica del bicentenario debe poner su mirada en una verdadera revolución que ponga al ser humano en el centro del desarrollo, sin ser excluido por el avance tecnológico.
Igualmente, deben acabarse las diferencias salariales por un mismo trabajo, entre hombres y mujeres. Repetimos, el ser humano debe estar en el centro de todo modelo económico, sin diferencias odiosas.
4. Valores nacionales
Costa Rica siempre se ha caracterizado por ser una sociedad amante de los valores, que fueron los que guiaron al Estado social de derecho. Esos valores pusieron la vida de primero, cuando nuestro país abolió la pena de muerte desde el siglo antepasado; una avanzada cultura de paz abolió el ejército; principios de la Doctrina Social de la Iglesia son la base de nuestra reforma social; ni qué decir de una soñada educación gratuita y obligatoria que permitió el fortalecimiento de la educación pública y facilitó herramientas a nuestros habitantes para su desarrollo y crecimiento integral.
Nuestro país requiere volver su mirada a las leyes que también están incluidas en nuestra Constitución, como lo es el respeto a la vida desde su concepción hasta su término natural, porque la vida es sagrada.
La Costa Rica del bicentenario requiere, al mismo tiempo, consolidar otros principios fundamentales como el derecho a una educación libre de toda ideología que afecte las más sólidas creencias del costarricense. Merecemos que se aplique la objeción de conciencia, porque es un derecho humano la posibilidad de oponerse a leyes e ideas contrarias a nuestras convicciones sean religiosas, morales, culturales o racionales.
Privilegiemos la honestidad, honradez, transparencia, solidaridad y fraternidad, junto a un auténtico respeto por el medio ambiente, si queremos colocar bases sólidas de una mejor sociedad.
Los creyentes tenemos derecho a vivir en un país en que la libertad religiosa, también derecho humano, sea respetada, pues la fe no es algo para vivir solamente a nivel privado.
5. Busquemos el pan espiritual
Hemos reflexionado como pastores de la Iglesia en las grandes necesidades de nuestro país, en ese pan material que no llega a todos, ni ha alcanzado para todos en los últimos años. Sólo pensando en el bien común, mostrando solidaridad y recuperando y exaltando los valores de nuestra Nación, podremos entonces caminar juntos, con igualdad de oportunidades en esperanza y confianza.
Sin embargo, pongámonos también en camino para buscar con ahínco el pan espiritual que nos lleva a la vida eterna. Nuestra conciencia humana debe mirar al futuro, más allá de este mundo material que es temporal y pasajero.
(La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección. Es Dios creador el que constituye al hombre inteligente y libre en la sociedad. Y, sobre todo, el hombre es llamado, como hijo, a la unión con Dios y a la participación de su felicidad) (Gaudium et spes, 21).
La esperanza en la vida futura, como lo señala este mismo número, no nos priva de nuestra responsabilidad con la sociedad, con nuestras tareas y misión en este mundo. Al contrario, nos obliga a no olvidar y a asumir nuestros deberes temporales para no poner en riesgo nuestro destino eterno (cfr. Gaudium et spes, 43).
Por eso, clamamos al Señor: (danos siempre de ese pan) (Juan 6, 34), pues es Jesús quien nos dice: (Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed) (Juan 6,35).
Caminemos juntos, trabajemos en fraternidad, transmitamos esperanza con nuestra vida y testimonio; seamos solidarios y construyamos una nación próspera con oportunidades de desarrollo para todos.
Como pastores del pueblo de Dios les enviamos nuestra bendición, les aseguramos nuestra oración, y también les pedimos que oren por nosotros, para que sea el Espíritu Santo el que guíe a nuestra Iglesia.
En el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, a los 12 días del mes de agosto del año del Señor 2021, dedicado a San José, Esposo de la Santísima Virgen María.
José Manuel Garita Herrera Obispo de Ciudad Quesada
Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
José Rafael Quirós Quirós
Arzobispo Metropolitano de San José
Bartolomé Buigues Oller
Obispo de Alajuela