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Iglesia

Peregrinación arquidiocesana a La Basílica

Homilía del Arzobispo Mons. José Rafael Quirós


Con inmensa alegría y esperanza, hemos llegado  hasta este Santuario, que lo vemos como la casa de la Madre de Jesús y nuestra casa, porque siempre somos acogidos por nuestra Madre del cielo, la Negrita de Los Ángeles. Muchos no pudieron asistir físicamente por las razones que todos conocemos y que la Madre comprende, pero, desde sus casas y otros lugares, están colocando espiritualmente a los pies de María sus intenciones. 

 

De la misma manera que los apóstoles después de la ascensión del Señor se reunieron en el cenáculo, junto a María, para orar y esperar la efusión del Espíritu, hoy hemos sido convocados para orar y, con María, elevar nuestra plegaria al Señor, para que, fortalecidos por su Espíritu, con la fuerza y valentía suficiente, seamos testigos de la fuerza transformadora del Evangelio, que nos impulsa a ser verdaderos constructores de fraternidad en medio de un mundo tristemente invadido por el egoísmo, las ansias de poder y de dinero, la violencia, la corrupción,  el odio entre otros elementos destructivos.

 

Contemplamos pues, a María que junto con la comunidad Apostólica ora, diciéndonos con ello, que la comunidad fundada por su Hijo ha de ser una comunidad orante, porque confía plenamente en que mediante la oración, nunca se apartará de cumplir la voluntad del Padre. Jesús no solamente enseñó a orar a sus discípulos, sino que oró incesantemente hasta los últimos momentos de su vida, recordamos cómo en el Huerto de los Olivos angustiado se comunicó amorosamente con el Padre. Desde lo alto de la cruz igualmente, con fuerte voz oró así ?Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado".  (Salmo 22, 2). Estos tiempos de pandemia, tiempos de muerte, de angustia y desolación, son tiempos propicios para demostrar nuestra total confianza en Dios, mediante la plegaria humilde y confiada. Qué consuelo saber que nuestra Madre Santísima se une a nuestra oración.

 

Por supuesto que no perdemos de vista que lo hacemos bajo el único alero del Templo por excelencia, Jesucristo Nuestro Salvador, el Señor Resucitado en quien adoramos al verdadero Dios, por quien hemos alcanzado la plena libertad de los hijos de Dios, por Él es que tenemos acceso directo al Padre mediante el regalo de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana, y alimento que nos fortalece y nos consuela en todas las adversidades. 


Quienes hemos sido incorporados a la muerte y resurrección de Cristo por el bautismo, formamos la Iglesia viva, como nos enseña el apóstol San Pedro "también ustedes participan como piedras vivas en la construcción de un templo espiritual para ejercer un sacerdocio santo que, por mediación de Jesucristo, ofrezca sacrificios espirituales agradables a Dios". (1Pe. 2, 5). Somos ese templo espiritual del cual brota agua abundante y buena, que corre por los caminos del mundo, saneando todo y dando vida por la acción del Espíritu. La Iglesia, por tanto, organizada por voluntad del mismo Señor como institución, pero guiada por su amor. 

 

Es misión propia de la Iglesia, y para eso fue fundada por el mismo Señor, para llevar la Buena Nueva de la Salvación a todos los lugares y personas. Quienes nos decimos parte de ella, no podemos desfallecer en ningún momento en este encargo, de ninguna manera podríamos sentirnos satisfechos como creyentes si no anunciamos a Jesucristo. Aquello que el Resucitado dijo a los apóstoles, "Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Noticia a toda criatura". (Mc. 16, 15), no es una simple recomendación, sino un verdadero mandato, que nos da a todos como Iglesia. De ahí la importancia de asumir con alegría y verdadero compromiso, todo lo que nos hemos propuesto en el proceso y plan pastoral arquidiocesano. Bien sabemos que no es perfecto, pero, con la colaboración de todos podemos mejorar, y mediante el empeño de todos ser en verdad lo que nos pide el Papa, una Iglesia en salida, una comunidad evangelizadora. 

 

De esta manera dejamos de ser una Iglesia esclerotizada, de meras tradiciones, para imprimir ese dinamismo que nos transmite la primera lectura sobre la corriente de agua que fluía del templo y transmitía vida. Para ello, al interno debemos construirnos como verdadera comunidad, es desde aquí donde podemos aplicar el tema que nos han propuesto para este día de peregrinación: "MARÍA, LA MUJER QUE NOS ENSEÑA A VIVIR LA FRATERNIDAD ECLESIAL". Ella con su presencia y nosotros acudiendo a ella, podremos ser constructores de una verdadera comunidad de hermanos, bien sabemos que siendo dóciles al Espíritu, y animados por María nuestra Madre podremos lograr lo que Dios quiere, que seamos en verdad fraternos. Sin duda que tomados de la mano de su mano lograremos importantes avances. 

 

Con mucha sabiduría y sencillez, refiriéndose a San Francisco, nos enseña el Papa "Él no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de Dios. Había entendido que «Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios» (1Jn 4,16). De ese modo fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna, porque «sólo el hombre que acepta acercarse a otros seres en su movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más ellos mismos, se hace realmente padre» (Fratelli tutti, n. 4). En este difícil momento que nos está tocando vivir, el camino seguro es la fraternidad, entendida desde el corazón de Cristo, que es la fuente de toda fraternidad, porque Él con sus brazos abiertos en la cruz, nos atrae hacia Él y nos abraza a todos sin excluir a nadie, a fin de cambiar nuestra vida. 

 

No podemos entender desde esta lógica cómo hay quienes siguen insistiendo en el individualismo soberbio de decir que lo pueden todo solos, "Nadie puede pelear la vida aisladamente.Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos»[6]. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos". (Fratelli tutti, n. 8). En comunidad nos fortalecemos en la acción y en el espíritu, a fin de conseguir los objetivos que convienen a todos como hermanos que somos. Dejar de lado esta perspectiva es no tener visión de las exigencias actuales del mundo.

 

En este sentido, considero importante destacar la destacada labor que ha desarrollado la WMesa patriótica por la vacunación y unidos por la vida", donde más de treinta organizaciones, se han unido animados por el bien común para contribuir de manera positiva, ofreciendo espacios y trabajo profesional, para llevar a cabo la vacunación aceleradamente sin grandes filas. Fue de la Mesa patriótica de donde nació la sugerencia en mirar hacia los sectores más vulnerables, como gracias a Dios ha sucedido, vacunando a los habitantes de calle. Este camino de solidaridad y mutua colaboración es en gran medida el camino recorrido por el país y diseñado por costarricenses visionarios, quienes dejando de lado toda ideología y dogmatismo, se unieron para heredarnos la legislación laboral y social de la que nos sentimos orgullosos. Pedimos a nuestros gobernantes se siga por este camino, que sí da resultados de verdadera solidaridad.

 

De ahí que el bicentenario de nuestra independencia no podrá quedarse en simples celebraciones cívicas, es necesario se tomen decisiones que vengan a fortalecer nuestra democracia y soberanía, para que la dictadura ideológica que se nos impone desde fuera, no venga a matar nuestro espíritu. Que transitemos por el camino del verdadero diálogo, que es saber escuchar y acoger las mejores ideas, y no el simple cumplimiento publicitario de oir. Qué importante es, para el fortalecimiento de la confianza del pueblo en la administración de la justicia, se de en verdad una justicia pronta y cumplida.  

 

De igual forma, considero de suma importancia se fortalezcan y renueven, instituciones de gran impacto solidario, como la Caja Costarricense de Seguro Social, brindando atención a la salud, pienso también en el Consejo Nacional de Producción, que ha sido un aliado de los pequeños y medianos productores agrícolas, hoy tan golpeados por la pandemia, pero desde hace tiempo olvidados. Hago mención también del fortalecimiento del IVM, con decisiones valientes, permanentes y justas, porque son los más pobres los que se verán perjudicados si no se actúa. 

 

Nuestra fe nos enseña que, es unidos a la Pasión de Cristo,  donde encontramos el consuelo y la fuerza necesaria para continuar el camino. María vivió intensamente esta realidad, no fueron pocas las lágrimas que derramó a lo largo de su vida, pero, de manera valiente, ahí estaba cumpliendo la voluntad del Padre. Con valentía y fortaleza llegó y permaneció al pie de la cruz, como Madre sufrió todo con su Hijo y lo entregó en el regazo del Padre y desde ahí asumió la misión de ser nuestra Madre para recorrer también con nosotros los trechos duros de nuestro peregrinaje. 

 

Como María, nos corresponde llevar consuelo al que sufre, pero también con verdadera convicción llevar la luz de la verdad, luchar porque no se siga sembrando la cizaña como si fuera buena semilla, sobre todo en la mente de nuestros jóvenes, y digamos como el profeta Isaías "¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" (Is. 5,20). 

 

 Postrados ante la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, como Iglesia particular, oremos por los sacerdotes y los demás hermanos que han fallecido a consecuencia de la pandemia. Por quienes no tienen empleo y están pasando graves necesidades, por todos los hermanos que sufren a consecuencia de las fuertes lluvias caídas en los últimos días. Que nuestra plegaria se traduzca en la generosa ayuda en víveres y otros, para palear sus necesidades.

 

Nuestra participación en el banquete Eucarístico nos ha de afianzar más en la fe, para que nos encontremos un día participando todos en el Banquete del Reino eterno.     

 

             

ASÍ SEA.