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Iglesia

Signo milagroso presenta a Dios misericordioso

(VIDEO) Mons. Daniel Blanco Méndez, Multiplicación de los panes


La semana pasada, el evangelio de San Marcos, nos mostraba a Jesús, compadecido de la muchedumbre que lo seguía porque estaban como ovejas sin pastor.  San Marcos nos recordaba como ante esta situación Jesús se puso inmediatamente a enseñarles muchas cosas.

La continuación de este pasaje indica, que Jesús, luego de la predicación, decide alimentar a esa multitud que lo sigue y realiza el milagro de la multiplicación de los panes.

La liturgia, en este Domingo XVII del Tiempo Ordinario, toma el paralelo de este pasaje de Marcos en el evangelio de San Juan, para que así, en las próximas semanas, podamos meditar el discurso del Pan de Vida que Jesús realiza luego de la multiplicación de los panes y que queda plasmado en el capítulo sexto de este evangelio.

Deteniéndonos en la Palabra de Dios que se proclama este Domingo, San Juan en su relato de la multiplicación de los panes, pone de realce algunos elementos que todos debemos considerar para nuestro camino de fe:

·      El signo milagroso de la multiplicación de los panes presenta a Cristo como ese Dios misericordioso y amoroso que siempre ha caminado junto a su pueblo, así como alimentó a los hebreos en el desierto con el maná, ahora, compadecido de la muchedumbre, la alimenta porque estaba como ovejas sin pastor.

·      También, Jesús, con este signo milagroso, se presenta como el gran profeta que había de venir, como la gente decía al final del evangelio.  El profeta Eliseo, en la primera lectura, alimentó a cien hombres con veinte panes y esto se vio como un gran milagro.  Cristo, en cambio, con cinco panes y dos peces alimentó a la multitud que sólo hombres eran unos cinco mil.

·      Jesús no sólo realiza el milagro, sino que este Dios compasivo, se pone a servirle a la multitud, dice San Juan que Él mismo repartió los panes y el pescado para que comieran lo que quisieran.

·      Jesús, siendo omnipotente, siempre cuenta con la colaboración del ser humano.  Él puede hacer milagros inmensos a partir de lo poco que una persona humana puede brindarle.  A diferencia de los peros que Felipe y Andrés pusieron, Cristo con los cinco panes y los dos peces que ofreció un muchacho desconocido logró saciar el hambre de la multitud.  Jesús se presenta como el Dios misericordioso que puede hacer grandes obras cuando el ser humano pone su vida, aun con limitaciones, en sus manos amorosas que pueden transformarlo todo en bendición, como dijo el papa Benedicto «Jesús no nos pide lo que no tenemos, sino que nos hace ver que si cada uno ofrece lo poco que tiene, puede realizarse siempre de nuevo el milagro: Dios es capaz de multiplicar nuestro pequeño gesto de amor y hacernos partícipes de su don» (Angelus, 29.07.2012).

·      Jesús no realiza signos milagrosos para ostentar su poder y ser proclamado rey, según las prerrogativas humanas.  El final del evangelio es claro en decir que al conocer esas intenciones de la muchedumbre, Él se retira a la montaña, solo.  Los signos milagrosos son gestos de misericordia y de compasión, que le permitirán, como veremos las próximas semanas, exhortar a esa muchedumbre que lo sigue y revelarles el verdadero rostro de Dios, que ama, consuela, protege y alimenta física y espiritualmente a su pueblo, porque Él es el Pan de Vida.

·      Cada uno de estos elementos son una enseñanza para los apóstoles y para todos los bautizados, porque el trabajo del discípulo siempre debe ser transparentar con su vida:  gestos, acciones y palabras a Cristo.  Por tanto también todos los bautizados debemos ser compasivos, servidores, humildes y solidarios.  Así podremos dar testimonio de nuestro nombre de cristianos.  Por esto dirá San Pablo en la segunda lectura:  lleven una vida digna del llamamiento que han recibido, sean humildes, amables, comprensivos y mantengan la unidad en el Espíritu.

Este compromiso tan serio y profundo de todo bautizado, será posible cuando, como Jesús, busquemos momentos para estar a solas con el Padre en oración, nos dejemos iluminar por su Palabra y nos alimentemos con el Pan de Vida que se nos da en cada eucaristía, así nuestra vida, aún y con la pequeñez y limitación que nos abarca, por la fuerza transformadora de Cristo, será de bendición para los hermanos.