(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
Al "crecimiento económico" se le ha erigido un altar y, con frecuencia, se le identifica como requisito esencial y exclusivo que garantiza "calidad de vida" a los ciudadanos. En su mayoría, las políticas y proyectos que definen la ruta que ha de seguir nuestro país se han fundado sobre esa creencia y nadie puede cuestionar las medidas que se adopten para alcanzarlo.
En este sentido, nuestra Constitución Política nos lanza un gran desafío pues, ciertamente, el crecimiento económico es un componente clave de la tarea de un Estado que "organiza y estimula la producción", pero que, también, debe buscar " el mayor bienestar a todos los habitantes del país ... y el más adecuado reparto de la riqueza. [1]
Por desgracia, en Costa Rica se ha relegado la dimensión humana, social y ética del desarrollo y las consecuencias las estamos sufriendo. La concepción economicista de la sociedad que busca sólo el beneficio egoísta más allá de los parámetros de la justicia social ha malogrado los esfuerzos de las generaciones que nos precedieron por hacer del nuestro un Estado solidario.
La agitación política, la crisis educacional, la grave escasez de empleo digno, los escándalos de corrupción a gran escala y sus nocivos efectos, la asignación injusta e improcedente de recursos públicos y hasta la exclusión sistemática de la dimensión religiosa del ser humano de la esfera pública, nos obligan a revisar y diseñar políticas económicas y sociales, considerando los urgentes cambios en instituciones, leyes y prácticas que vienen erosionando nuestro contrato social.
Más que a un crecimiento económico, hoy debemos apuntar a un verdadero desarrollo humano integral, "que implica superar esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres, pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos". [2]
Quienes, por mandato popular, están obligados a promover y a velar por el bien común no pueden conformarse con referir meros índices en orden al crecimiento económico cuando la mayor parte de la riqueza generada va a parar a manos de los que más tienen.
Con las vísperas de un nuevo proceso electoral se ha inaugurado el debate social sobre las soluciones para acabar con una sociedad, cada vez, más desigual y poner sobre la mesa la discusión de las reformas en el ámbito de la educación, la cultura fiscal, la transparencia en la gestión e inversión pública y los posibles mecanismos redistributivos con nuevos modelos de crecimiento que garanticen que cada persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a su desarrollo integral. Costa Rica merece toda acción que la encamine a la búsqueda del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruir su orden político y social, su tejido de relaciones, en fin, su proyecto humano.
Con el más reciente magisterio social debemos recalcar que la política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia: "Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis... una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas".[3]
Como hombres y mujeres de esperanza, renovemos nuestra voluntad para que juntos, sobre el principio de la solidaridad y con un gran esfuerzo de diálogo político y la creación de consensos, seamos constructores del desarrollo integral de todos.
SAN JOSÉ, HOMBRE JUSTO
RUEGA POR NOSOTROS