El Papa Francisco en su catequesis de esta mañana sobre la relación entre la oración y la comunión de los santos, desde la Biblioteca del Palacio Apostólico.
En su catequesis de esta mañana, en el ámbito de la audiencia general celebrada en la Biblioteca del Palacio Apostólico, el Papa Francisco reflexionó sobre la relación entre la oración y la comunión de los santos. Y explicó que "cuando rezamos, nunca lo hacemos solos: aunque no lo pensemos, estamos inmersos en un majestuoso río de invocaciones que nos precede y continúa después de nosotros".
El Santo Padre afirmó asimismo que en las oraciones que encontramos en la Biblia y que suelen resonar en la liturgia se ve la huella de historias antiguas, de liberaciones prodigiosas, de deportaciones y tristes exilios, de regresos conmovidos, de alabanzas derramadas ante las maravillas de creación. De este modo, dijo Francisco, esas voces "se difunden de generación en generación, en una relación continua entre la experiencia personal y la del pueblo y la humanidad a la que pertenecemos". Además, el Obispo de Roma destacó que "en la oración de alabanza, especialmente en la que brota del corazón de los pequeños y los humildes, resuena algo del cántico del Magníficat que María elevó a Dios ante su pariente Isabel". De la misma manera, prosiguió, sucede con "la exclamación del anciano Simeón que, tomando al Niño Jesús en sus brazos, dijo así:
Por otra parte, el Papa agregó que las buenas oraciones son, difusivas es decir, "se propagan continuamente, con o sin mensajes en las redes sociales". De manera que puede ser "desde las salas del hospital", o las diversas reuniones de fiesta y hasta desde esos "momentos en que se sufre en silencio".
El Pontífice también recordó que "las oraciones siempre renacen" porque "cada vez que juntamos las manos y abrimos nuestro corazón a Dios, nos encontramos en compañía de santos anónimos y santos reconocidos que rezan con nosotros, y que interceden por nosotros, como hermanos y hermanas mayores que han pasado por nuestra misma aventura humana".
Por esta razón dijo que no es casual que en las iglesias antiguas las sepulturas estuvieran en el jardín alrededor del edificio sagrado, como para decir que la multitud de los que nos precedieron participa de alguna manera en cada Eucaristía.
Naturalmente Francisco destacó que los santos "son testigos" que "no adoramos", sino que "veneramos y que de mil maneras diferentes nos remiten a Jesucristo", que es el "único Señor y mediador entre Dios y el hombre". Después de recordar que también en nuestra vida marcada por el pecado la santidad puede florecer, el Papa dijo:
A la vez que puso de manifiesto que el Catecismo explica que los santos "contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra", puesto que "su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios". Por esta razón "podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero". "Vivimos la comunión en la oración cuando rezamos unos por otros, dijo el Papa, y cuando pedimos y ofrecemos plegarias por diversas necesidades". Por eso "el primer modo de rezar por alguien es hablarle a Dios de esa persona". Y si lo hacemos con frecuencia, cada día, "nuestro corazón no se cierra, sino que permanece abierto a los demás". Mientras, hablando espontáneamente en italiano, Francisco dijo:
Al saludar cordialmente a los fieles de nuestro idioma Francisco invitó, en esta octava de Pascua, a pedir a Cristo resucitado, por intercesión de todos los santos y santas "que nos conceda las gracias que más necesitamos para superar los momentos difíciles y hacer de nuestra vida, en comunión con toda la Iglesia, una alabanza agradable a Él".
Al final de su catequesis, dirigiéndose a los fieles de lengua polaca, el Papa recordó que el próximo domingo la Iglesia celebrará la fiesta de la Divina Misericordia, instituida por San Juan Pablo II. Al respecto Francisco dijo que su Predecesor había recordado "que la liturgia de ese domingo parece trazar el camino de la misericordia que, mientras reconstruye la relación de cada persona con Dios, suscita también entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna". Y añadió que el hombre, en efecto, recibe la misericordia de Dios, "pero también está llamado a "usar misericordia" con los demás". E invitó a pedir "la gracia del perdón y del amor concreto hacia el prójimo".