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Iglesia

San José, Esposo de la Virgen María

Homolía de Mons. Daniel Francisco en la fiesta de la Solemnidad de San José.

Nos llena de inmensa alegría el poder reunirnos, tanto en la Santa Iglesia Catedral, como a través de los medios de comunicación social de la Arquidiócesis, para celebrar esta solemnidad en honor a San José, esposo de la Virgen María, patrono de la Iglesia Universal y de nuestra iglesia arquidiocesana, en este año que el Santo Padre Francisco ha querido dedicar a la veneración del padre putativo del Señor.

Un saludo a nuestro pastor, Mons. José Rafael Quirós, Arzobispo Metropolitano, a S.E.R. Mons. Bruno Musarò, Nuncio Apostólico en Costa Rica, a los demás obispos que nos acompañan y a todos los sacerdotes, diáconos, miembros de la vida consagrada, seminaristas y en general a todo el Pueblo de Dios que se une a nosotros en esta fiesta dedicada al Glorioso Patriarca.

En esta Solemnidad las lecturas que se han proclamado nos llenan de esperanza y de compromiso cristiano.

La vida de San José, a quien la palabra de Dios llama hombre justo, es ejemplo de cómo debe ser un creyente, él, que como Abraham, espera contra toda esperanza, confiando únicamente en Dios y en su palabra.

La Sagrada Escritura presenta a San José como el hombre del silencio, sin proferir palabra alguna.  El patriarca es presentado escuchando y obedeciendo a Dios.  Es ahí donde se manifiesta su camino de Santidad.  Abriendo su corazón a la voluntad de Dios, escuchando su palabra, poniéndola por obra, y encontrando en esta palabra su vocación, es decir la misión que Dios le encomienda para servir en el Plan de Salvación.

¡Y qué grande es esa misión!, nada más y nada menos que ser el custodio de María y el padre putativo de Cristo; es José quien da a Jesús la ascendencia davídica necesaria para que se cumplieran las promesas mesiánicas, anunciadas por el profeta Natán en la primera lectura.

Y toda esta misión la realiza, insisto, en escucha, silencio y obediencia, pero con un protagonismo importantísimo en la Historia de la Salvación, como lo ha dicho el Papa Francisco en la carta apóstólica Patris Corde: «Todos pueden encontrar en san José ?el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta? [?] San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en ?segunda línea? tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación», por esto el papa, entre los distintos títulos que le da a José, le da el de Padre en la obediencia.

No podemos dudar que José tenía otros planes, querría para él otra forma de vida, de ahí lo que atestigua Mateo en el evangelio que decidió repudiar a María en secreto,  pero en la apertura de su corazón a la voz de Dios y en la obediencia que caracteriza su camino de santidad, hará lo que Dios le pide; lo hará en aquel momento, tomando a María como esposa y asumiendo el cuidado del niño Jesús, y lo hará cada vez que Dios le pide algo, yendo a Egipto, regresando a Palestina, buscando a Jesús cuando se queda en el Templo de Jerusalén, en fin cumpliendo su misión de ser custodio fiel del Señor en este mundo.

La vida de San José dice muchísimo a nuestro caminar como cristianos en los distintos acontecimientos que hoy celebramos:  una fiesta patronal dentro del centenario de nuestra arquidiócesis y de la provincia eclesiástica y el inicio del año de la familia, todo esto, además, en el contexto del año santo dedicado a San José.

Como iglesia que peregrina bajo el patronazgo de San José, debemos recordar lo que nos decía el Papa Francisco al terminar Patris Corde: «su vida (la de San José y la de todos los santos) es prueba concreta de que es posible vivir el Evangelio».

Por eso la auténtica celebración de los santos, conlleva además de la veneración, la imitación.  En cosecuencia, el compromiso de esta fiesta está en vivir como San José, esperando contra toda esperanza, porque aún en medio de las oscuridades, de las situaciones difíciles que se han vivido en el último año y que hoy se siguen viviendo, el llamado es a escuchar y a obedecer a Dios, hacer su voluntad y ser colaboradores en esta historia que en las manos del Señor sigue siendo Historia de Salvación.

El Señor sigue confiando en cada uno de nosotros, para que seamos custodios del hermano, como lo hizo José con María y el niño y cuidemos en especial del más vulnerable, del pobre, del habitante de calle, del enfermo, del adulto mayor, del no nacido.  Esto no necesita de muchas palabras sino del compromiso de cada uno.

Ésta es la prueba que el mundo de hoy necesita, ya que en medio de tantos momentos de dificultad, el amor, la solidaridad, la cercanía y la misericordia serán los elementos con los cuales nuestra Iglesia, que está celebrando su centenario, dará un testimonio más creíble y será luz en medio de las oscuridades del mundo.

En esta celebración de San José, inicia también un año dedicado a la familia.  No es casualidad que en el recorrido del año de San José, el Santo Padre convocara a este año de oración por la familia.

Digo que no es casualidad porque, en este camino de imitación al que nos invita su celebración, San José es ejemplo a seguir en la vivencia del amor familiar.  Él es ejemplo del padre que cuida, del padre que ama, del padre que brinda cariño y ternura, en resumen es ejemplo del padre que es reflejo del Padre Eterno que tiene como esencia el amor.

En una sociedad con familias en la que esta figura de padre muchas veces es inexistente, no dudo que el Papa Francisco, ha querido que se exalte la figura de San José como ese padre que cuida, que ama y que protege a su familia, para que imitándolo, los padres de familia colaboren en la constitución de familias, que crezcan cada vez más en amor, ternura, solidaridad, comprensión, diálogo y sean fermento de la Iglesia y de la sociedad.

Que con la gracia del Señor y la intercesión de San José, todos, como lo ha pedido el Papa Francisco, al finalizar la carta apostólica Patris Corde, podamos alcanzar «la gracia de las gracias:  nuestra conversión», y así, buscando continuamente la santidad, ser colaboradores en esta Historia de Salvación que nos conduce a gozar de la Pascua eterna.