Mons. José Rafael Quirós: "Hay discursos humillantes y explotadores que hablan de la falsa liberación femenina".
El evangelio nos narra el episodio donde Jesús expulsa a los vendedores del Templo de Jerusalén, pues aquellos lo habían convertido en un mercado, muchos de los que llegaban al templo, compraban la ofrenda que ofrecerían en sus sacrificios. De esto se ocupaban algunos vendedores.
Lo que Jesús hizo fue la gran proclamación profética, de que en adelante para adorar al verdadero Dios, ya no se tendría localizado un lugar físico como lo prescribía la ley, al señalar que se adoraba a Dios en Sinaí y en Jerusalén, por la Muerte y Resurrección de Cristo esto se viene a cambiar, pues, el único templo en el cual se adora a Dios es el mismo cuerpo de Cristo, a Dios lo adoramos únicamente en la persona de Jesucristo, queda así suprimida toda idolatría, conforme lo escuchamos en la primera lectura.
A Él lo adoramos en Espíritu y verdad, nos enseña S. Juan, y por la presencia y acción del Espíritu Santo, cada uno de nosotros somos templos vivos del Espíritu, en nosotros habita el Señor, llegando a ser piedras vivas en la única edificación, la Iglesia de Jesucristo. Comprendamos lo importante que es nuestro cuerpo y nuestra propia vida, como santuario que estamos llamados a respetar de manera personal, y el respeto debido a los demás.
Nuestro cuerpo como templo vivo es para el Señor, de ahí que no sea cierto que cada quien es dueño de su cuerpo y puede hacer con él lo que mejor le parezca, esta idea errónea y atea, es la que ha llevado a muchos a envenenar su cuerpo con el alcohol y las drogas, o mercadearlo en la prostitución o desorden moral, es igualmente grave el pecado de quienes promueven este tipo de actividades, mediante la venta de drogas o el comercio sexual, y más grave cuando se trata de comerciar con niños y adolescentes.
Como nos exhorta S. Pablo en la carta a los Romanos, todo nuestro ser llamado a la resurrección, por lo que hemos de presentar nuestros cuerpos como hostia viva, santa, ofrenda agradable a Dios. Desde el día de nuestro bautismo formamos parte del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, que como pueblo santo, nos invita a mostrar su santidad en nosotros mismos.
Todo esto que repercute en nuestras vidas y en el orden social, especialmente en la familia, que debemos ver como ese templo sagrado en el cual han de respetarse y enseñarse los valores morales y religiosos, es el espacio donde deben aprenderse todos los valores humanos, para no mercadear con los demás.
Desde esta perspectiva, la dignidad de toda persona ha de ser respetada y sobre esa dignidad ha de edificarse el trato entre unos y otros, y la concepción y trato del propio cuerpo, que hemos recibido para cuidarlo y ver en ello un regalo de Dios en todas sus dimensiones. Por tanto, tienen una mirada pobre, disminuida y reductiva, quienes ven en el cuerpo humano un instrumento para exhibir y vender como una mercancía, ya sea de hombres o mujeres. Razón por la cual, hay quienes valoran más un animal o un instrumento mecánico que al ser humano. Esta oscura perspectiva, en este tiempo de cuaresma debe cambiar y renovarse definitivamente, sobre todo en relación a la vida y cuerpo de la mujer, digo esto en vistas a la celebración mañana del día internacional de la mujer.
En este sentido "Pablo VI, en uno de sus discursos, decía entre otras cosas: «En efecto, en el cristianismo, más que en cualquier otra religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad, del cual el Nuevo Testamento da testimonio en no pocos de sus importantes aspectos (...); es evidente que la mujer está llamada a formar parte de la estructura viva y operante del Cristianismo de un modo tan prominente que acaso no se hayan todavía puesto en evidencia todas sus virtualidades» (Mulieris dignitaten, n. 1)
En Cristo se nos revela la realidad y dignidad del ser humano, por ello "En este «desvelar el hombre al hombre» ¿no se debe quizás descubrir un puesto particular para aquella «mujer» que fue la Madre de Cristo? El mensaje de Cristo, contenido en el Evangelio, que tiene como fondo toda la Escritura, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, ¿no puede quizá decir mucho a la Iglesia y a la humanidad sobre la dignidad y la vocación de la mujer?". (Ibid. 2)
En la descripción del Génesis (2, 18-25)l, se enseña que la mujer es creada con la misma dignidad que el varón, es falso totalmente que la Palabra de Dios y la Iglesia enseñen, que la mujer es inferior al varón. Es fundamental no prestar atención a ese discurso de quienes quieren imponer la ideología moderna de la lucha de unos contra otros. "Penetrando con el pensamiento el conjunto de la descripción del Libro del Génesis 2, 18-25, e interpretándola a la luz de la verdad sobre la imagen y semejanza de Dios (cf. Gén 1, 26-27)," Se trata de una relación recíproca, del hombre con la mujer y de la mujer con el hombre. Ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta también existir en relación al otro «yo». (Ibid. n. 7)
"La mujer "en nombre de la liberación del «dominio» del hombre" no puede tender a apropiarse de las características masculinas, en contra de su propia «originalidad» femenina".
"cada mujer es la «única criatura en la tierra que Dios ha querido por sí misma», cada una hereda también desde el «principio» la dignidad de persona precisamente como mujer. Jesús de Nazaret confirma esta dignidad, la recuerda, la renueva y hace de ella un contenido del Evangelio y de la redención, para lo cual fue enviado al mundo". (ibid. 13)
Por ello, discursos humillantes y explotadores que hablan de la falsa liberación femenina, afirmando que es dueña de su cuerpo para utilizarlo ya en la prostitución, en la exhibición, en el maltrato físico o moral por parte de quien sea, y para nutrir la industria del aborto, no es humano ni cristiano, por lo que debe ser excluido de nuestro ser costarricense. No hay peor esclavitud y explotación de la mujer que someterla a las prácticas denigrantes del aborto voluntario, donde se le convierte en algo que debe expulsar un producto. Tampoco se puede tolerar el asesinato de mujeres, debe terminarse con todos los círculos de violencia y por ello estamos llamados todos, y sobre todo el Estado en invertir en fortalecer la familia nuclear, donde se cultiven los valores del auténtico amor y respeto a la persona humana.
En el Cuerpo de Cristo adoramos al verdadero Dios, desde el bautismo hemos sido incorporados al Cuerpo Místico del Señor, por lo que debemos en todo momento proclamar el Evangelio de la Vida, de la Luz y de la Verdad. Aquí encontramos el verdadero fundamento de nuestra dignidad, el resto es ideología engañosa e irracional.