Mensaje del Arzobispo Metropolitano, Mons. José Rafael Quirós, en ocasión de la ordenación de 7 diáconos para la Arquidiócesis de San José.
Hermanos, qué hermoso poder vivir esta celebración Santa de la Eucaristía, en el gozo de sabernos en la presencia de quien nunca nos abandona, que vela siempre por nuestras necesidades, incluyendo las materiales, de ahí que llenos de valentía y fortaleza, proclamemos con el Apóstol "todo lo podemos en Cristo que nos fortalece" (cfr. Flp. 4, 13).
Por ello, ustedes, Joel, Ignacio, Joaquín, Pablo, Mariano, Nelson y Yogel, habiendo recorrido el camino de esta primera etapa formativa, donde han podido orar, reflexionar y discernir, e iniciando la etapa pastoral, se presentan con total libertad y confianza, para responder alegremente a quien les conoce desde el seno de su madre, y les ha llamado, para destinarlos a una misión que sin ser fácil, llena todas sus expectativas para realizarse como seres humanos y como creyentes.
Todo aquel que se sabe enviado, reconoce con plena confianza que quien lleva adelante todo es el Señor. De ahí que la ansiedad, la expectativa e incertidumbre, que pudieran haber sentido en estos días, obedece a que conocen su propia debilidad y pobreza. Sin embargo, al mejor estilo de San José, se confían en las manos de quien les ha llamado, porque saben que nunca les va abandonar, siempre estará de su lado. Pero, a la vez tienen conciencia, que la vida cristiana, y más todavía la vida sacerdotal, conlleva la lucha de todos los días, vigilando constantemente para no perder el don recibido. Todo es regalo de Dios.
Por la sagrada ordenación, no pasan a pertenecer a una casta privilegiada, sino que se constituyen en servidores del Señor y de los hermanos. Los demás han de ver en ustedes a esos hombres de Dios, que invitan con su vida a un seguimiento cercano y alegre de Jesús. Ustedes le pertenecen solamente a él, por lo que le amarán con toda el alma, con todo el corazón, ya no se pertenecen a ustedes, sino que todos sus desvelos serán por el Señor, quien les cuidará y defenderá de todos los peligros. Repitan una y otra vez lo que manifestaba San Pablo, "juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo" (Flp. 3, 8).
Reciben ustedes la ordenación diaconal en un tiempo privilegiado para atestiguar, que vale la pena dedicar la vida entera, a lo esencial de nuestra existencia. Con esta pandemia ha quedado claro, que Dios es el único absoluto y fuente de todo consuelo, porque la fuerza de su poder se manifiesta en la ternura. Como diáconos del Señor, han de aplicar la vacuna del servicio y lña esperanza a los pobres y necesitados, gastarse y desgastarse por ellos, a fin de detener el virus del egoísmo, la indiferencia y la explotación de los pasan hambre y no se les pone atención. El ministerio diaconal, adquiere especial actualidad en la vida de la Iglesia, que como servidora ha recibido del Señor el encargo de ocuparse de los más vulnerables. Esto para ser fieles a lo escuchado hoy en el evangelio "Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos".
No dudo en decir que el texto de los Hechos de los Apóstoles que se ha proclamado, debe ser para todo cristiano, pero en especial para los ministros sagrados la referencia constante que dará sentido a su vida cristiana y ministerial. No den espacio a la tentación de pretender privilegios o al clericalismo, a lo único que han de aspirar es a ser los primeros en el servicio. Sus corazones han de palpitar de amor por los que no cuentan para esta sociedad consumista y excluyente. "Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener ?los mismos sentimientos de Jesucristo" (Filp. 2,5) (Papa Francisco, E.G. 198).
Cuando dentro de poco escuchen estas palabras "Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero, esmérate en creer lo que lees, enseñar lo que crees, y vivir lo que enseñas" (Ritual de Ordenación), sepan que siempre será una exigencia impostergable, escuchar, meditar, vivir y proclamar la Palabra de Dios. Ser testigos de esa Palabra como Mensaje de Salvación y vida eterna. Entrar en contacto con la Palabra de Dios, es adentrarse en el manantial que sacia toda sed, por cuanto ahí descubrimos la sabiduría que necesitamos para no perder nunca de vista la meta hacia la cual debemos encaminarnos junto con los que se nos han encomendado.
Nuestro país necesita ser iluminado desde esta Fuente de sabiduría, pues las simples ideologías están adormeciendo muchas conciencias, a través de medios que sirven a fuertes intereses, son fuertemente financiadas campañas engañosas que presentan como verdad la mentira, y como absoluto lo que es relativo. No deben tener miedo de proclamar la Verdad, no su verdad, sino a Jesucristo que es camino, verdad y vida. La astucia del enemigo se doblega por el poder de la Palabra, que ilumina, fortalece y conduce a la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Igualmente dentro de poco harán su promesa de asumir con total libertad, el celibato por el reino de los cielos como estado de vida. El celibato no es una imposición ni mucho menos un capricho de la Iglesia, sino que quien elige este este estado de vida, lo hace movido por el amor del Señor, y queriendo un seguimiento cercano de Él, lo eligen como su único amor, para que, en la fecundidad de la entrega, pueda servir desprendidamente a la comunidad. El celibato antes que negación al amor es fecundidad de amor en el servicio a los hermanos, y de manera especial a los hermanos pobres y desamparados. Es desde la madurez humana y espiritual que se elige vivir así, y debe quedar claro que no es el causante de patología alguna de orden afectivo o sexual.
En San José encontramos un ejemplo elocuente de un hombre justo, que colocó el plan de Dios por encima de sus propios planes. Asume la misión que se le encomienda, con alegría y entrega generosa, viviendo en castidad hasta el final, lo que fue posible gracias a su contacto ferviente con la Sagrada Escritura y la contemplación del misterio de su Hijo adoptivo, ese Hijo concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.
Para poder alcanzar este grado de entrega y generosidad, es necesario apoyarse en la oración, en la escucha de la Palabra y en la participación diaria en la Eucaristía, donde en comunión estrecha con el Señor les llama "a ofrecerse como víctima viva, santa, agradable a Dios" (Rom. 12, 1). Por tanto, "pierdan todo el tiempo" que sea necesario ante el Señor, intimen con Él, es el Amigo que nunca les fallará.
La celebración de hoy, también nos permite meditar sobre el sentido de la obediencia, vista como "una virtud de primordial importancia y que va estrechamente unida a la caridad". (Directorio para el ministerio de los presbíteros, n. 56). Esta virtud que forma parte del seguimiento del Señor, porque "El mismo sacrificio de Jesús sobre la Cruz" que "adquirió significado y valor a causa de su obediencia y de su fidelidad a la voluntad del Padre. Él fue "obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz" (Flp. 2, 8). La promesa de obediencia no es una simple sujeción jerárquica, sino expresa la alegría de caminar en una Iglesia que es comunión y misión. Insisto en la total libertad con que se asume todo, para no dejarse influenciar de quienes anteponen sus caprichos personales o puntos de vista, a la construcción del Reino en comunión.
Sentir y caminar en obediencia con la Iglesia, incluye la unidad en el camino pastoral diseñado por el Obispo, "Tomar caminos diversos en este campo puede significar, de hecho, el debilitamiento de la misma obra de evangelización". (Ibid. n. 60). Nuestro Proceso Arquidiocesano de Pastoral ha de verse reflejado en todas sus iniciativas pastorales, a fin, que todos transitemos por los nuevos caminos de evangelización y hoy desde el estilo sinodal, donde pastores y laicos unidos en ese único compromiso, se comprometen y aportan. El gozo de la evangelización, es motivación suficiente para sentirse con la fuerza necesaria para hacer camino juntos. No entendería a alguien que se sienta desmotivado ministerialmente hablando, porque se le pide acoger e impulsar lo contemplado en el Plan Pastoral.
En tiempos tan difíciles como los que vivimos todos, es cuando debemos estar más unidos, manifestando así madurez humana y espiritual. Cultivemos la cultura del encuentro haciendo uso de los medios que tenemos a nuestro alcance, salir de nosotros mismos es una exigencia. Se debe abandonar la cultura, de esperar a que los demás me busquen.
Invoco la intercesión San José para que nunca pierdan la ilusión de evangelizar, que es la razón de ser de nuestro ministerio. Pido a la Santísima Virgen María, la Nuestra Señora de Los Ángeles, para que se mantengan siempre fieles al amor del Señor. Que la Eucaristía que es signo de comunión y fuente de caridad, nos fortalezca a todos para estar siempre dispuestos al servicio generoso.