¡Ven, Señor Jesús!, vida nuestra
Inicia un
tiempo de esperanza y de alegría.
Adviento viene del latín y significa «venida»; es la venida de nuestro
Señor Jesucristo que nos trae la salvación.
Como
pastores de la Iglesia enviamos nuestro mensaje de cercanía al Pueblo de Dios
porque iniciamos un nuevo Año Litúrgico y lo hacemos con gozo: es un tiempo que nos permite reconocer que
nuestro Salvador ha irrumpido en la humanidad.
El Adviento,
en la liturgia de la Iglesia, tiene una doble dimensión, pues en su primera
parte es tiempo en que renovamos nuestra fe en la espera de la segunda venida
de Cristo al final de la historia y es también tiempo de preparación para la
solemnidad de Navidad, haciendo presente la primera venida del Hijo de Dios a
la humanidad.
«El que ha de nacer será santo y será llamado
Hijo de Dios» (Lucas 1, 35b). Este
anuncio del Arcángel Gabriel a la Virgen María nos colma y nos llena de
esperanza; el nacimiento que se anuncia es el de nuestro Salvador. Él viene a redimirnos, a darnos vida y vida
en abundancia (cfr. Juan 10,10b).
Es
importante y necesario, entonces, que reflexionemos sobre el don de la vida que
hemos recibido gratuita y maravillosamente por parte de Dios. Mientras algunos en la sociedad desprecian
este don y derecho sagrado, nosotros vivimos un tiempo de gracia que nos
permite apreciar el más importante regalo que se nos ha dado: la vida.
¡Ven, Señor
Jesús!, se vuelve un clamor en medio de las oscuridades que se presentan en
nuestra sociedad, para que pueda iluminar y guiar los corazones de las
personas.
¡Ven, Señor
Jesús!, se vuelve el grito que los creyentes y las personas de buena voluntad
debemos llevar a nuestro país, para poner un freno a corrientes e ideologías
que quieren privarnos del don de la vida.
Conscientes
del dolor, del pecado, de las tensiones, de las limitaciones y dificultades de
esta vida, de la inseguridad y hasta de la muerte, Adviento es una invitación a
aguardar a Jesús, que siempre tiene un mensaje trascendental para nosotros: que
el Reino de Dios es posible para todos.
La mejor
preparación para acoger a Jesús es vivir sus enseñanzas, compartir con los
demás (Lc. 3, 10-11), vivir el Evangelio, abrir los ojos a las necesidades del
prójimo; dar nuestro tiempo, compañía y ayuda material a los demás
El mes de
diciembre y los días previos a la Navidad, como la Navidad misma, son días
alegres, festivos y gozosos. Pero no se
trata de una alegría superficial, sino la alegría por la inminente llegada del
Señor.
En medio de
la Gran Misión Nacional que vivimos, la Iglesia ora por un Adviento pleno y
definitivo, por una venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que
todavía no han conocido al Mesías o no reconocen aún al único Salvador.
Adviento es
tiempo para reflexionar sobre el curso y destino que estamos forjando en
nuestra sociedad, cada vez más materialista, muchas veces solamente en busca de
resultados económicos y de desvirtuar los verdaderos valores que enaltecen la
dignidad de la persona humana.
Ya advertía
el Papa Francisco en su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa
Sede, el lunes 11 de enero de 2016, cuando hablaba del hambre como una de las
grandes plagas de nuestro tiempo o de la situación de millones de migrantes.
«¿Cómo no ver en todo esto el fruto de una "cultura del descarte" que pone en peligro a la persona humana, sacrificando a
hombres y mujeres a los ídolos del beneficio y del consumismo? Es grave
acostumbrarse a estas situaciones de pobreza y necesidad, al drama de tantas
personas, y considerarlas como "normales". No se considera ya a las personas
como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son
pobres o discapacitadas, si "todavía no son útiles" - como los no nacidos - , o si "ya no sirven" - como los ancianos-. Nos hemos hecho insensibles a cualquier
forma de despilfarro, comenzando por el de los alimentos, que es uno de los más
vergonzosos, pues son muchas las personas y las familias que sufren hambre y
desnutrición», destacaba el Santo Padre.
Adviento es
encuentro de Dios con el hombre, por ello debe llevarnos a una cultura de
acogida de la vida desde la concepción hasta su muerte natural.
Este tiempo
de Adviento lo vivimos, de modo especial, en medio de un proceso sinodal
convocado por el Papa Francisco, quien nos pide caminar juntos, reflexionando
sobre nuestra forma de vivir y de ser en la comunidad eclesial.
Vivamos esta
época buscando la novedad en nuestras vidas, para recibir a Aquél que nos
ofrece la vida verdadera y eterna.
En la sede
de la Conferencia Episcopal, San José, a los 25 días del mes de noviembre del
año del Señor 2022.
X José Manuel Garita Herrera
Obispo de Ciudad Quesada
Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
X
Daniel Francisco Blanco Méndez
Obispo Auxiliar de San José
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Costa
Rica