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Iglesia

Fraternidad y caridad para con el hermano

Mensaje de los obispos de la Conferencia Episcopal a la Iglesia y al pueblo de Costa Rica al finalizar la CXXI Asamblea Ordinaria



«Demos razón de nuestra esperanza» (1 Pedro 3, 15) 

Por gracia de Dios, entre el 22 y el 26 de febrero, los obispos de Costa Rica nos hemos reunido como hermanos y como pastores de nuestra Iglesia, para reflexionar sobre el quehacer pastoral y la realidad actual que vivimos. 

Bajo la protección de San José, patrono de la Iglesia Universal, a quien el Papa Francisco ha dedicado este año, seguimos caminando en la esperanza, en medio de este tiempo santo de la Cuaresma, pues sabemos que el Señor dirige la barca de su Iglesia y nos acompaña hasta el final de los tiempos (cfr. Mateo 28, 20). 

Nuestra asamblea se ha celebrado en el marco del centenario de la creación de nuestra Provincia Eclesiástica, erigida por el Papa Benedicto XV. Damos gracias a Dios por estos cien años de misión evangelizadora y de fruto apostólico. 

Hemos abordado diversos temas desde la perspectiva pastoral, todavía en medio de la pandemia que nos afecta. Reflexionamos sobre la formación de nuestros seminaristas en el Seminario Nacional, sobre la protección de menores y adultos vulnerables, tema de especial importancia en nuestro corazón y responsabilidad de pastores. También reflexionamos sobre la realidad nacional en el marco del año electoral en que nos encontramos, así como posibles repercusiones en torno a la negociación con el Fondo Monetario Internacional. Compartimos con el Nuncio Apostólico Mons. Bruno Musarò, como expresión de nuestra comunión con el Papa. 

De esta forma, al finalizar la Asamblea Ordinaria CXXI, queremos expresar palabras de ánimo para alentar la fe de nuestros fieles y dar razón de nuestro compromiso cristiano en la sociedad (cfr. 1 Pedro 3, 15). Nuestro mensaje es también para todo el pueblo de Costa Rica, pues solo juntos podremos seguir caminando y avanzando, sabiendo que se aproxima el bicentenario de nuestra vida independiente, por lo cual estamos llamados todos a consolidar nuestros valores democráticos. 


Bicentenario y desarrollo integral. 


Con honda preocupación vemos el deterioro de la calidad de vida de los habitantes de nuestro país. Las cifras que surgen de distintos estudios reflejan la fragilidad que atraviesa nuestra nación. 

Un desempleo histórico de cerca de medio millón de personas es, quizás, el reto más grande y apremiante por solucionar. El desempleo genera pobreza, impide llevar el pan a la mesa de nuestras familias e impide el desarrollo integral que requiere el ser humano. Nuestra solidaridad con cada uno de los desempleados. 

Urgimos a las autoridades del gobierno a tomar las decisiones que respondan de manera integral y permanente a los problemas que tenemos, traduciendo en proyectos los aportes del diálogo celebrado, que miren al bien común, sobre todo de los más pobres. 

En este año electoral, el llamado es también para quienes postulan sus nombres a diferentes cargos de elección popular, a fin de que pongan al servicio del país sus mejores conocimientos, experiencia y capacidad, y hablen al pueblo con transparencia sobre los temas de interés nacional, que miren al desarrollo integral en procura del bienestar de toda la nación. 

Hacemos eco del Papa Francisco, quien en su Encíclica «Fratelli tutti», número 154, señala: «Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común». En el derecho que nos asiste como pastores de la Iglesia y como ciudadanos, seguiremos iluminando y manifestando lo que consideramos importante en el ejercicio de una política que busca servir al bien común. 

De cara al bicentenario es necesario recuperar y consolidar la Costa Rica de justicia social con oportunidades para todos. Debemos aspirar a una política fiscal permeada por la justicia, en la cual los más vulnerables no queden desprotegidos. 

Hay retos que no pueden dejarse de lado: la desigualdad y el más de un millón de personas sumidas en la pobreza, solo por citar dos temas trascendentales que deben estar en la prioridad de todos, pero especialmente de aquellos que toman decisiones para los destinos de nuestro país. Arraigados en nuestra tradición democrática, transitando por los caminos de la solidaridad, es fundamental empeñarse en superar la triste marca de ser uno de los países más desiguales de América Latina. Mediante políticas efectivas y sostenibles, aspiremos a reducir sustancialmente la pobreza, para que cada día sean más las personas que vivan dignamente. 

Las cargas impositivas deben ser especialmente progresivas y no afectar a los más desfavorecidos. Tampoco nadie, ni ninguna institución, pueden inhibirse del deber de contribuir al bienestar de nuestra sociedad con sus aportes. Velemos por erradicar la evasión y elusión fiscal. 


2. Tecnología al servicio de la humanidad. 


Entre los aspectos positivos que la pandemia ha traído, está el uso de los medios tecnológicos y digitales en la evangelización. Hemos tenido que aprender su uso y responder a las exigencias sanitarias, pero ha quedado claro que la vida de la Iglesia ha continuado. Se ha hecho uso de estos medios en la catequesis, en las reuniones de grupos, consejos diocesanos y parroquiales, y en la formación en general. Dígase lo mismo en la liturgia, de manera particular en la transmisión de la Santa Eucaristía, con la conciencia que lo mediático no sustituye lo presencial. Y siempre en la mayor disponibilidad de salvaguardar la salud, para el bien de todos, mediante la observancia de los protocolos. Es imperioso aprovechar las herramientas que, fruto del ingenio humano, Dios concede para que sirvan de manera fructuosa a la humanidad. 

Igualmente, el mundo del trabajo se ve inserto en esta dinámica. Si bien, hay alertas fuertes sobre la cuarta revolución industrial, y se indica que la mitad de los empleos podrían ser ocupados por máquinas, no podemos perder de vista que el trabajo se hizo para el ser humano, como bien lo enseña el Magisterio de la Iglesia. En este tiempo de pandemia, muchas personas y empresas pudieron integrarse a la dinámica del teletrabajo, gracias a la tecnología. Pero, no debemos perder de vista que el ser humano ha de ser el centro del mundo laboral. 


3. Cultura de cuidado y paz. 


Al inicio de este año 2021, el Papa Francisco nos ofreció un mensaje para la Jornada Mundial de la Paz que claramente nos indica la forma de comportarnos con nuestros hermanos. «La cultura del cuidado como camino de paz», fue la propuesta del Santo Padre. Entonces nos exhortó: «la cultura del cuidado, como compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, como una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respeto y a la aceptación mutuos, es un camino privilegiado para construir la paz» (número 9). 

Si no aprendemos que la pandemia puso a relucir la fragilidad humana y la necesidad de mayor cooperación entre los pueblos y culturas, no hemos aprendido nada. La pandemia debe situarnos en un antes y un después para nuestra sociedad costarricense: solo juntos podemos salir adelante; necesitamos unos de otros con verdadera solidaridad para ser una familia más unida. 

Sigamos fortaleciendo nuestro sistema de salud pública, para entender que solo salvando a cada ser humano salvaremos la humanidad. Propongámonos fortalecer una auténtica cultura de la vida, donde el ser humano se ubique en el centro, se respete su dignidad y derecho a la vida, junto al cultivo de una ecología integral como tarea de todos. 

Nuestra sociedad debe ser modelo en el cuidar la vida desde la concepción hasta su muerte natural. Nos preocupa vivamente la vía abierta por la así llamada Norma Técnica y su reglamentación, la puesta en práctica de la Fecundación in vitro, así como las iniciativas para procurar la eutanasia. Cuidando a cada ser humano, cuidamos a la humanidad. La cultura de la vida es la que de manera esperanzadora y extraordinaria mira hacia un mejor futuro. 


4. Negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. 


Ante una negociación de este tipo se requiere seriedad y el entendimiento de todos los sectores para encontrar propuestas que beneficien al país, y no solo a unos cuantos. Un tema como este nunca puede dividir al país, ni envolvernos en una desinformación que nos separe como hermanos. 

En medio de esta negociación y del anuncio de diferentes propuestas, surgió un diálogo multisectorial, el cual, requiere la madurez y sensatez para alcanzar los frutos deseados. Todos podemos aportar, todos podemos escuchar. La Iglesia acompañó este ejercicio de diálogo desde su enseñanza social y lo seguiremos haciendo en procura de esa necesidad de entendimiento y búsqueda del bien común. 

Repetimos, solo juntos podremos salir adelante. Estamos llamados a vernos como hermanos, y dejar de lado así la lucha y la polarización entre sectores y grupos. Es hora de ver a más largo plazo posibles soluciones, para salir del endeudamiento y de la crisis fiscal en que hemos caído, fruto muchas veces de decisiones equivocadas. Se debe poner atención al excesivo gasto público y cuidar especialmente al más débil, proteger a las clases trabajadoras y a los pequeños productores. 

Hacemos un llamado a nuestros gobernantes para que procuren la mejor forma de salvaguardar la justica y saber acoger lo que se dio como fruto del diálogo multisectorial. A nuestros legisladores, especialmente, les pedimos que lleven adelante un diálogo objetivo y pensando en los mejores intereses del país, en orden a la reactivación económica, en el cual se involucre y se dé oportunidad a todos los sectores productivos, sobre todo a los pequeños. 


5. Migrantes y derechos humanos. 


Unidos a nuestros hermanos obispos de Centroamérica, reafirmamos nuestro mensaje de solidaridad hacia las personas migrantes de la región, tal como se hizo en un llamado en este sentido en el mes de enero. La migración es una cruda realidad que viven nuestras naciones. Hacemos un llamado a los gobiernos para la protección de la vida humana, que especialmente pongan atención al cuidado de las mujeres y los niños migrantes. Exhortamos a todo el pueblo costarricense a que se elimine cualquier tipo de discriminación en contra de las personas migrantes. 

A nuestro país han llegado muchos hermanos que se han sentido obligados a migrar. Pongamos en práctica lo que el Santo Padre manifestó el 8 de enero de 2018 dirigiéndose a los miembros del Cuerpo Diplomático: «Aun reconociendo que no todos están siempre animados por buenas intenciones, no se puede olvidar que la mayor parte de los emigrantes preferiría estar en su propia tierra, mientras que se encuentran obligados a dejarla a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental. [...] Acoger al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones que, en ocasiones, se añaden a los numerosos problemas ya existentes, así como a unos recursos que siempre son limitados. El ejercicio de la virtud de la prudencia es necesaria para que los gobernantes sepan acoger, promover, proteger e integrar, estableciendo medidas prácticas que, ?respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu? (Pacem in terris, número 57)». 

Es importante que se dé una política de cooperación entre los distintos gobiernos, no solo para atender esta situación que apremia, sino también para buscar el desarrollo integral en cada país, con auténtico sentido de bienestar común, respetando la propia identidad y cultura, posibilitando así el progreso de todos. 


6. Cuaresma para renovarnos. 


En este tiempo de gracia que nos regala el Señor, el Papa Francisco nos dice en su mensaje cuaresmal de este año: «La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle ?poner su morada? en nosotros (cfr. Jn 14,23)». 

Estamos en camino hacia la Pascua, de la mano del Señor, buscando la auténtica conversión que hace brotar corazones renovados, dóciles a la acción transformadora del Espíritu. Es tiempo de ser solidarios, sobre todo con tantos de nuestros hermanos afectados por la pandemia. Acojamos la invitación que el Santo Padre nos da en su mensaje de Cuaresma: «Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad». 

Como pastores de la Iglesia hacemos esta invitación abierta y fraterna a compartir en la solidaridad, a mirarnos en el hermano y a ser auténticos testigos de aquel que se entrega en la cruz para la salvación de todos. 

Les aseguramos nuestra cercanía de pastores, les tenemos muy presentes en la oración, y les hacemos llegar nuestra bendición, para que cada día progresemos en la fe y la esperanza. 

En el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, a los 26 días del mes de febrero del año del Señor 2021, dedicado a San José, Esposo de la Santísima Virgen María. 


+José Manuel Garita Herrera 

Obispo de Ciudad Quesada 

Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica 


+Mario Enrique Quirós Quirós
Obispo de Cartago
Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica 

+Daniel Francisco Blanco Méndez
Obispo Auxiliar de San José
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Costa Rica 

+Javier Román Arias
Obispo de Limón
Tesorero de la Conferencia Episcopal de Costa Rica 

+José Rafael Quirós Quirós 

Arzobispo Metropolitano de San José 


+Bartolomé Buigues Oller 

Obispo de Alajuela 


+Gabriel Enrique Montero Umaña

 Obispo de San Isidro de El General 


+Manuel Eugenio Salazar Mora 

Obispo de Tilarán-Liberia 


+Óscar Fernández Guillén 

Obispo de Puntarenas