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Iglesia

Dios no nos deja solos

Mons. Daniel Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José, XIX Domingo del Tiempo Ordinario.

Queridos hermanos y hermanas:
La Liturgia de la Palabra de este domingo XIX del Tiempo Ordinario, como siempre lo hace, pero hoy de manera especial, busca llenar de esperanza el corazón del creyente y particularmente, llenar nuestro corazón de esperanza en medio de tiempos en los que, como en el evangelio, hay tempestad y por tanto hay temor.
La primera lectura nos presenta la figura del profeta Elías, que está huyendo. Su predicación no ha gustado al rey Ajab y especialmente ha disgustado a la reina Jezabel. Hay intenciones por parte de los reyes de matar al profeta y éste, por indicación del mismo Dios, huye y se esconde en el lugar que YHWH le ha indicado; en la montaña santa, en el Horeb. Lugar sagrado en el que en varias ocasiones la Sagrada Escritura nos narra que se dan teofanías (manifestaciones de Dios).
La lectura nos narra cómo, mientras Elías espera las indicaciones del Señor, se dan fenómenos naturales, tempestad, terremoto, fuego, que siendo manifestaciones del poder de Dios, porque Dios todo lo ha creado y todo lo gobierna (Cfr. Ps. 66, 7). Estos elementos generalmente provocan temor, aún hoy, con los avances tecnológicos que existen, tempestades, huracanes, terremotos, incendios, siguen provocando destrucción y temor.
El texto del libro de los Reyes, nos indica, que en esos fenómenos de la naturaleza, que provocan temor, Dios no se manifiesta a Elías. En esos fenómenos, Dios no se presenta ni habla con el profeta.
Le teofanía, la manifestación de Dios, se dará en el murmullo de la brisa suave. Es en el silencio, en la tranquilidad, en aquello que da serenidad al corazón del profeta, donde Dios se va a manifestar y donde el profeta lo adorará y escuchará las indicaciones para seguir su camino.
El texto del Evangelio, lo hemos escuchado en los últimos meses, en la versión de San Marcos, porque fue el utilizado por el Papa Francisco en el pasado mes de marzo, para la bendición Urbi et Orbi por la pandemia que azota el mundo entero.
El relato nos presenta dos escenarios, Jesús, en silencio, tranquilo, solo, orando al Padre. Los discípulos, por el contrario, viven un momento de temor, por un fenómenos natural. Una tempestad en el mar de Galilea que azotaba la barca que parecía hundirse.
Nos vuelve a presentar la palabra, como en la primera lectura, que es en el silencio y la paz donde Dios se manifiesta.
El temor de los apóstoles, parece ser completamente normal, completamente humano, pero ciertamente se contrapone a lo que nos dice el inicio del evangelio: «luego de la multiplicación de los panes». Es decir, este acontecimiento sucede, luego del milagro de la multiplicación de los panes y los peces (evangelio que no escuchamos la semana anterior, porque celebrábamos la fiesta de la Virgen de los Ángeles) y por tanto, los mismos que contemplaron dicho milagro, ahora tienen temor ante la situación de la tempestad.
San Mateo hoy nos presenta un elemento que no nos presentaba Marcos, esto es el momento en que Jesús camina por las aguas. En medio de la tempestad, Cristo, el Emmanuel, el Dios con nosotros, es más poderoso que aquella fuerza natural, es más, gobierna la fuerza de la naturaleza, porque él es la palabra por lo que todo fue creado (Col. 1, 16). Cristo camina sobre el mar para llegar hasta donde están sus discípulos temerosos y para calmar la tempestad.
Aun habiendo sido testigos de la multiplicación de los panes, los apóstoles se asombran, se asustan ante el signo milagroso de Cristo, creen ver un fantasma y Pedro, en la impulsividad que lo caracteriza, pide poder caminar, él también sobre las aguas, para creer que el que viene hacia ellos es Jesús.
En su caminar por las aguas, Pedro siente miedo y se hunde, Cristo le recrimina Hombre de poca fe. Una recriminación que incluye al resto de los doce. Todos habían sido testigos del milagro de los panes y todos continúan siendo temerosos ante la dificultad.
El relato termina estando Jesús en la barca, con la tempestad que llega a su fin. Y nuevamente en la calma y la brisa suave, Dios se manifiesta y los apóstoles se postran en adoración.
¿Qué nos dice esta palabra a nosotros hoy? ¿Qué nos dice en medio de las dificultades y temores que todos vivimos en estos días?
Hoy la palabra nos recuerda que en medio de fenómenos de la naturaleza que no tenemos la capacidad de controlar o evitar "la pandemia por el Covid-19 es uno de ellos" es normal sentir temor.
Pero también la palabra nos recuerda que en esos fenómenos y acontecimientos Dios no nos deja solos, Él sigue actuando y llevándonos de su mano en medio de toda tempestad. Él nos pide tener fe, nos pide confiar en Él, nos pide recordar todas las maravillas que continuamente realiza y cómo en tiempos de dificultad él las sigue realizando.
Nos dice que el temor desmedido nos puede hundir, como Pedro caminando por las aguas. Nos recuerda que es la fe en Él lo que nos mantendrá de pie, aun cuando todo pareciera tormenta, terremoto y fuego.
Nos dice que en Él sigue estando en el silencio de la oración, en la escucha atenta de su palabra, en la discreción de la solidaridad, en fin, en todo aquello que trae paz al corazón.
Seguimos viviendo momentos tempestuosos, la barca sigue siendo azotada, puede existir temor. Pero confiemos en la misericordia de Dios que continuamente viene a nuestro encuentro, sigamos poniendo nuestra fe en Él que camina con nosotros y que se manifiesta en el silencio y en la tranquilidad. Él amainará la tempestad y traerá paz a nuestros corazones.