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Iglesia

"Este corazón... es la esencia de Dios"

Mons. Daniel Blanco, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José en Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


 

Con mucha alegría celebramos este viernes la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. 

Esta fiesta ha calado en el corazón del pueblo católico costarricense, que con humildad reconoce como el salmista que el Señor es compasivo y misericordioso, que nos colma de su amor y de su ternura. Esta fiesta y este reconocimiento han calado de tal manera, que nuestro pueblo ha querido consagrar la nación al Corazón de Jesús desde el mes de octubre de 1953. 

Las imágenes que representan la visión de Santa Margarita María Alacoque, nos muestran a Jesús con su corazón en llamas, coronado de espinas y traspasado por una lanza. 

En ese corazón contemplamos a este Dios al que hemos consagrado nuestro país y al que consagramos también nuestra vida. 

Un Dios que, como se ha manifestado en la Palabra que se ha proclamado, nos ha elegido como sus hijos, se nos ha revelado, se nos ha mostrado tal cual es y que nos ama entrañablemente porque su esencia es el amor, su esencia es amarnos y amarnos perfectamente. 

Ese Corazón de Jesús, traspasado en la Cruz, por la lanza del soldado y que manó sangre y agua, es la manifestación de esa esencia de Dios... Dios es amor. 

Existen muchos padres y místicos que han explicado este relato que nos recuerda San Juan. Ellos presentan una analogía: así como del costado de Adán surge Eva, igualmente del costado abierto de Cristo surge la Iglesia, porque en la sangre y en el agua que manan del corazón abierto de Cristo, contemplamos los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. Sacramentos que nos unen a la comunidad eclesial y que nos alimentan para seguir peregrinando en ella. 

Por ejemplo, San Buenaventura, en la lectura del Oficio de este día, nos enseña que Dios Padre quiso el acontecimiento de la Cruz y del corazón traspasado; lo quiso para bendición de su pueblo, porque este Dios amoroso protege a su Iglesia siempre... incluso en el momento de la cruz. Dios Hijo muere protegiéndonos, bendiciéndonos y entregándonos todo. En la Cruz nos entrega a su madre, nos entrega su Espíritu y nos entrega los sacramentos. 

¿Cuántas veces hemos experimentado esa misericordia de Dios, cómo nos ha cuidado, cómo nos ha protegido, cómo nos ha buscado y cómo nos ha hechos sentir parte de su Iglesia?, creo que todos podemos contar nuestras experiencias en las cuales Dios ha protegido nuestra vida y nos ha mostrado su misericordia. También, muchos podemos testificar, cómo Él ha protegido a nuestro país, que en momentos de dificultad sea por los fenómenos naturales, sea por problemas de índole político o económico, sea en estos momentos en que sufrimos las consecuencias de la pandemia por el Covid-19, ha experimentado el abrazo de este Dios amoroso que nunca nos ha abandonado. 


Al celebrar nosotros esta fiesta, debemos pedir que el Espíritu nos haga experimentar el amor, el cuidado, la protección del Señor sobre cada uno de nosotros, y que al experimentarlos adquiramos el compromiso de vivir ese amor, como nos recordaba San Juan en la Segunda Lectura si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. La vivencia del amor que da coherencia a nuestra fe, porque al vivirse en la cotidianidad de nuestras vidas, da credibilidad a lo que profesamos y anunciamos. 


Que nuestras acciones hagan presente esa misericordia de un Dios que tiene el corazón traspasado por cada uno de nosotros, que su esencia es el amor y que sale a nuestro encuentro para protegernos y para cargar sobre sus espaldas nuestros yugos. 


Por tanto, la celebración de este día debe llevarnos al compromiso de vivir el amor, de vivir y defender la palabra de Cristo y que nuestra vida sea reflejo de este corazón misericordioso del Señor. Por eso la pregunta sería: 


·  ¿Cuánto amor tengo por el hermano? 

·  ¿Cuánto soy capaz de entregar por aquel que sufre? 

·  ¿Entrego algo accesorio o me entrego yo mismo, con el corazón? 

·  ¿Soy capaz de compadecerme del hermano, es decir de ponerme en los zapatos del otro? 

·  ¿Salgo al encuentro del otro, del que sufre o del que se ha alejado?


Esto es lo que da credibilidad al anuncio de la Iglesia y lo que refleja más claramente el mensaje de un Corazón traspasado por amor a la humanidad. 


Pidamos hoy la gracia de poder vivir esto en nuestras vidas y en el seno de nuestra Iglesia y pidamos también que el corazón misericordioso, manso y compasivo de Jesús, siga protegiendo la vida de cada uno de nosotros y de nuestro país en estos momentos de dificultad.