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Las bancas han estado llenas

Lic. Víctor Fernández Castillo. Miembro del Colegio de Periodistas de Costa Rica. Presidente de la Asociación Católica Costarricense de Comunicación (SIGNIS- Costa Rica).

La Semana Santa del año anterior   llamó mi  atención que en todas las diócesis  hubo preocupación por documentar gráficamente en las redes sociales el desarrollo de los oficios religiosos y transmitir en vivo las misas y procesiones. 

Todo ello sin menoscabo de las transmisiones que siempre han hecho las emisoras   de las diferentes diócesis, algunas con más recursos que otras, pero que   gozan de gran audiencia. 

Aparte de radio,  la Arquidiócesis de San José incursionó en la televisión, con un  medio propio, San José TV.

Diferentes empresas de cable lo tienen en su oferta, y no crean   que me refiero a cobertura en la   Gran  Área Metropolitana o grandes centros de población, ya que, hasta zonas rurales, con caminos de tierra, están cruzadas por cables de empresas locales. 

Podríamos decir que todo lo hecho el año pasado sirvió para el comienzo   de la labor que, sin esperarlo, se ha llevado a cabo en este 2020   después del  cierre  de  los templos  debido  la emergencia de la  covid-19. Así  la Iglesia sigue abierta y activa. 

Misas virtuales. Quienes   pasamos revista a las redes sociales  hemos tenido una amplia oferta para participar en la eucaristía en el templo y con el sacerdote que nos agrade, desde la comodidad de nuestro hogar, gracias a la tecnología, pues   desde las parroquias rurales hasta las urbanas disponen de  cuentas en  Facebook y otras aplicaciones que les facilitan, no solo escribir e ilustrar con fotografías e imágenes religiosas, sino también transmitir en tiempo real. 

Ha sido una gran experiencia participar en eucaristías de las diócesis distintas a la de cada uno, lo que nunca   imaginamos, junto con  feligreses conectados de parroquias alejadas de la nuestra. 

¿Quiénes han hecho posible esta maravilla tecnológica?  Muchos sacerdotes, como decimos: "se han puesto las pilas" y a la par de ellos cada parroquia cuenta con un equipo de comunicación. 

Jóvenes   y mayores, no han dudado   en llevar al templo sus computadoras, mezcladores, micrófonos, y cuanto aparato han podido así como jalar cables, con el fin de sacar una transmisión de la misa, por Facebook Live, usando la conexión de Internet de la  casa  cural; algunas parroquias han tenido que pedir más velocidad o comprar micrófonos.

 Si el asunto se prolonga deberán hasta adquirir cámaras y equipo extra, alguna inversión hay que hacer, ahora que no hay colectas, pero Dios proveerá. 

Sabemos de parroquias donde los laicos servidores graban con la cámara de sus teléfonos celulares, transmiten   en directo, consumiendo los minutos de su Internet personal,   con toda la buena voluntad. 

Junto a ellos, llegan los técnicos de las empresas de cable locales con sus cámaras a transmitir la misa por medio del canal que dedican a los programas de la comunidad y esto se ha repetido en todo el país.

Fieles congregados. Es otro ángulo de la realidad que vive hoy  la  Iglesia católica  durante  la pandemia que nos azota, con los templos cerrados. 

Mucha gente que tal vez no asistía al templo parroquial o a su filial más cercana se ha congregado con gran devoción y regocijo en su casa. 

Un párroco me contó que la respuesta ha sido grandiosa:   "¿Cuándo imaginaríamos  dos mil seiscientas  personas conectadas en una misa (...)"  Qué  lindo padre,   me dijo una señora, la misa en casa, ?"Si muy bonito, pero falta lo principal, los hermanos congregados,  el participar en comunidad".  

Y no se han   limitado  a la misa, transmiten también el rosario, la hora santa, un conversatorio entre los padres, todo ello con   entusiasmo, con  el agrado de la feligresía desperdigada en las cuarenta filiales, con el apoyo técnico de su equipo de comunicación parroquial, liderado por uno de los vicarios que es comunicador nato. 

Está comprobado que la gente ha respondido y tomo de ejemplo una parroquia que aprecio mucho con sus calles de tierra y sus casas dispersas en un gran territorio.

 Pero eso lo vemos en   la mayoría de parroquias que han recurrido a la tecnología, y si algunos padres no son muy duchos, los laicos de los equipos de comunicación se han echado al hombro la tarea y el sacerdote está cerca de su rebaño, con su sagrada misión.  

El Jueves Santo anterior, durante la misa  crismal,  precisamente el día del sacerdote, ante la gran catedral vacía, añorando la feligresía ausente, escuché  a uno de los obispos, dedicar  un especial pensamiento a los sacerdotes en su homilía: "Nosotros corremos el peligro de sentirnos un tanto inútiles, disminuidos en nuestras facultades y hasta lejos del pueblo que nos ha dado el Señor, y a quien le dedicamos lo mejor de nosotros mismos; pareciera que somos sacerdotes y obispos sin pueblo" ¡Nada ha cambiado! Somos ministros del Señor a tiempo completo, vivimos una especie de vida privada como la que vivió el Señor, es un tiempo de silencio, reflexivo y contemplativo de los misterios de la fe, tiempo de repensar toda nuestra vida ministerial anterior, y prepararnos para un futuro mejor. Quizá habrá mucho que el Señor nos pide mejorar. Queremos ser mejores cada día, mejores sacerdotes del Altísimo.

Yo como laico echo para mi saco. Hace mucho se dice que en la Iglesia llegó el tiempo de los laicos; los sacerdotes no pueden llevar solos la tarea, todos somos la Iglesia, vamos en la misma barca y en esta emergencia lo estamos comprobando. 

 

Fuente: La Nación