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Obispo Auxiliar

El Pastor que da su vida

Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José

Como cada año, durante el IV Domingo de la Pascua, este domingo ha sido proclamado un fragmento del capítulo décimo del Evangelio de San Juan.  En este capítulo, Jesús se autoproclama Buen Pastor.  Por esta razón, este domingo se conoce como el Día del Buen Pastor y se realiza también la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, en la que pedimos al Señor que suscite sacerdotes que vivan su ministerio sirviendo a los hermanos al estilo de Cristo Buen Pastor.

Este año, en particular, escuchamos la segunda parte de este discurso.  Y en estos versículos, Jesús dará dos razones por las cuales él puede autodefinirse como Buen Pastor.

Primero, Jesús afirma que es Buen Pastor porque da la vida por sus ovejas, esto en contraposición con los asalariados, que cumplen con un trabajo, pero que si estuviera en peligro su vida, simplemente abandonan el rebaño.

Jesús, por el contrario, afirma que él es capaz de dar la vida por su rebaño.  Y efectivamente da voluntariamente su vida, porque él es Dios, Palabra hecha carne, Palabra por la que todo fue creado y por tanto tiene el poder de entregar su vida y poder para volverla a tomar.  Esta verdad es la que estamos celebrando en la Pascua:  Cristo que se entregó voluntariamente para morir en la cruz y que se ha levantado del sepulcro venciendo la muerte, el pecado y todas sus consecuencias, para beneficio de su rebaño, es decir de la humanidad entera.

Por tanto, Cristo es Buen Pastor, no sólo porque da la vida por sus ovejas, sino porque al tomarla de nuevo en la resurrección; hace partícipe a su rebaño de esta misma vida, así el rebaño y el glorioso Pastor podrán gozar juntos de las alegrías celestiales como lo hemos pedido en la Oración Colecta.

Esta verdad, fundamento de nuestra fe, es la que experimenta la primera comunidad cristiana y por esto asume con responsabilidad el compromiso de anunciarlo, aún en medio de la persecución.

La primera lectura nos presenta a Pedro siendo interrogado sobre la sanación del paralítico y el apóstol deja claro que ha sido Jesús de Nazareth, que fue crucificado pero que resucitó, quien no sólo sanó al paralítico, sino que ha salvado a todo el género humano con el acontecimiento de la Pascua.

La segunda característica, que el evangelio le da a Cristo y por la se define que es un Buen Pastor es porque él conoce a sus ovejas y las ovejas lo conocen a Él.  Al respecto el Papa Francisco dice «¡Qué bonito y consolador es saber que Jesús nos conoce a cada uno, que no somos anónimos para Él, que nuestro nombre le es conocido! Para Él no somos "masa", "multitud", no. Somos personas únicas, cada uno con la propia historia, [y Él] nos conoce a cada uno con la propia historia, cada uno con el propio valor, tanto como criatura cuanto como redimido por Cristo. Cada uno de nosotros puede decir: ¡Jesús me conoce! Es verdad, es así: Él nos conoce como nadie más. Solo Él sabe qué hay en nuestro corazón, las intenciones, los sentimientos más escondidos. Jesús conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, y está siempre preparado para cuidar de nosotros, para sanar las llagas de nuestros errores con la abundancia de su misericordia» (Regina Coeli, 25.04.2021).

El Buen Pastor, por tanto, nos conoce, desea tener un vínculo real y verdadero con cada uno de nosotros, una relación íntima de amor que nos haga uno con él, ahora y en la eternidad.

Ésta es la experiencia de la comunidad apostólica y que refleja san Juan en la segunda lectura:  vamos a ser semejantes a él y lo veremos tal cual es.

El Buen Pastor, da la vida por sus ovejas y las conoce, es decir muere y resucita y nos une tan íntimamente a Él, que nos hace participar de su vida y de su gloria.  Ésta es la experiencia de la Pascua y en este caminar de gozo, la figura del Buen Pastor nos permite seguir llenándonos de alegría por el gran amor que el Padre nos tiene, al salvarnos por su hijo Jesucristo.

Por lo que significa para la Iglesia y para la humanidad entera que Cristo sea el Buen Pastor, es que hoy oramos por las vocaciones, para que aquellos que hemos sido y serán llamados al ministerio sacerdotal, podamos ser reflejo del Buen Pastor, es decir, capaces de dar la vida, de entregarnos y gastarnos por el rebaño que se nos encomiende y con la capacidad de conocer, es decir, de crear un vínculo personal, de amor, de caridad y misericordia con los hermanos, un vínculo que nos unifique con ellos en la entrega de un servicio ministerial generoso.

Esto, no siempre fácil, por las limitaciones humanas que todo sacerdote tiene, por tanto se hace indispensable la oración de todo el pueblo de Dios, no sólo en esta Jornada de Oración por la Vocaciones, sino siempre.

Que Cristo Buen Pastor, continúe enviando muchos pastores santos para que, en su nombre, guíen nuestro pueblo.