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Iglesia

Una noche distinta

Homilía de Mons. Daniel Blanco en la Vigilia Pascual

Para quienes participamos de la celebración solemne de la vigilia pascual, pero especialmente para quien lo hace por primera vez, es notorio que esta es una noche distinta y una celebración diferente a todas las celebraciones del año litúrgico.

Y por esto, como el niño judío la noche de la Pascua, también podríamos hacernos la pregunta: ¿por qué esta noche es diferente? Y, por ende preguntarnos: ¿por qué hemos iniciado esta celebración en la oscuridad?, ¿por qué hemos bendecido el fuego y hemos iluminado nuestra iglesia con la luz de las velas y no con luces artificiales como generalmente lo hacemos?, ¿por qué se ha cantado un canto (el Pregón Pascual) que escuchamos una sola vez al año?, por qué se han proclamado tantas lecturas recorriendo toda la historia de la Salvación concluyendo con la narración de evangelio de San Marcos sobre la Resurrección de Jesús?

La respuesta a estas preguntas es que la intención de la liturgia de esta Noche Santa es que nuestra mirada esté puesta en la Luz de Cristo Resucitado, quien es el centro, la razón y el fundamento de nuestra fe. El recordado papa Benedicto XVI nos decía al respecto: «La resurrección de Jesús es un estallido de luz. Se supera la muerte, el sepulcro se abre de par en par. El Resucitado mismo es Luz, la luz del mundo. Con la resurrección, el día de Dios entra en la noche de la historia. A partir de la resurrección, la luz de Dios se difunde en el mundo y en la historia. Se hace de día. Sólo esta Luz, Jesucristo, es la luz verdadera, más que el fenómeno físico de luz. Él es la pura Luz: Dios mismo, que hace surgir una nueva creación en aquella antigua, y transforma el caos en cosmos» (11.04.2009).

El ciclo litúrgico que estamos viviendo, desde el inicio de la Cuaresma, ha querido que meditáramos esobre el tema de la Alianza. Dios que a lo largo de la Historia de la Salvación ha buscado hacer alianza con el ser humano. Las lecturas proclamadas, durante la cuaresma y en esta solemne noche, nos han hecho un recuento de estas alianzas, Dios que hace pacto con Abraham, con Noé, con Moisés, con David, etc. Pero estas alianzas, una y otra vez, fueron quebrantadas por el pecado de la humanidad. Por eso hay una promesa, que hemos escuchado tanto en la cuarta como en la quinta lectura del Antiguo Testamento que se han proclamado: el Señor anuncia por medio de Isaías que realizará una Alianza Nueva y Eterna y promete que, aunque los montes desaparezcan y se hundan las colinas esta Alianza quedará firme, porque su amor es eterno.

Esta Alianza, que además dice el Señor quedará escrita en el corazón de cada persona humana, es la que ha sido sellada por la sangre de Cristo en la Cruz y los frutos de esta Alianza son los que el Señor nos regala con su resurrección.

¿Cuál es este regalo?

El apóstol Pablo en la lectura de la carta a los Romanos nos lo ha explicado claramente: por el bautismo hemos sido incorporados a Cristo, por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él.

Este regalo nos llena de gozo y esperanza, porque nos asegura una vida plena en Cristo, la posibilidad de contemplar su rostro glorioso y esto da sentido a toda nuestra existencia incluso a nuestras cruces, oscuridades y sufrimientos.

Hacer conciencia de esto, no nos puede dejar impasibles o atónitos, al contrario, debe llevarnos a anunciar esta gran verdad. La Pascua tiene un gran sentido testimonial, por eso renovaremos las promesas bautismales, para que lo que aquí estamos viviendo, lo pregonemos a todos los hermanos con quienes nos encontremos al volver a nuestras casas.

Volvemos por tanto al tema de la luz. La oscuridad del inicio de la celebración fue iluminada con la luz del Cirio Pascual, que es el signo que la Iglesia utiliza para representar el misterio de la Luz de Cristo Resucitado.

Esa luz fue expandiéndose cuando se fueron encendiendo las velas que teníamos en nuestras manos, velas que volveremos a encender al renovar nuestras promesas bautismales. Porque el fuego de esa vela nos recuerda que el compromiso bautismal de todos es iluminar el mundo con la Luz del Resucitado, con la verdad de su mensaje y con los regalos que ha dado a cada persona humana con el acontecimiento de su Alianza sellada con el acontecimiento pascual.

La vela encendida, no es un amuleto ni mucho menos un signo supersticioso, sino el recuerdo constante de que Dios nos quiere iluminando las oscuridades del mundo con la verdad del evangelio. También nos recordaba esto el papa Benedicto XVI al indicarnos que «El cirio bautismal es el símbolo de la iluminación que recibimos en el Bautismo. Así, en esta hora, también san Pablo nos habla muy directamente. En la Carta a los Filipenses, dice que, en medio de una generación tortuosa y convulsa, los cristianos han de brillar como lumbreras del mundo (cf. 2,15). Pidamos al Señor que la llamita de la vela, que Él ha encendido en nosotros, la delicada luz de su palabra y su amor, no se apague entre las confusiones de estos tiempos, sino que sea cada vez más grande y luminosa, con el fin de que seamos con Él personas amanecidas, astros para nuestro tiempo» (11.04.2009).