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Obispo Auxiliar

La cercanía de Jesús con su pueblo

Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José

El inicio del ministerio público de Jesús, como hemos venido escuchando en las últimas semanas, se caracteriza por su predicación sobre el Reino de los cielos.  Este Reino es la cercanía, la misericordia y la ternura de Dios, revelado por Cristo como Padre que ama a la familia humana y entra en la historia de la humanidad para transformarlo todo en Historia de la Salvación.

Este domingo, este anuncio del Reino se materializa, se hace concreto, en las acciones realizadas por Jesucristo y que San Marcos nos presenta.

La narración del evangelio presenta, continuando con el evangelio del domingo anterior, un día en la vida de Jesús.

La semana pasada se presentaba predicando en la sinagoga de Cafarnaún y haciendo su primer exorcismo.  Luego de esto, nos narra el evangelio de este domingo, Jesús va a manifestar la cercanía de Dios con su pueblo, en el gesto de visitar a una familia, específicamente la casa y la familia de Pedro.

En esa casa descubre que la suegra de Pedro está enferma; y esa cercanía de Jesús, manifestada en la visita a esta familia, se concretiza aún más con la compasión que siente ante la enfermedad y el sufrimiento de esta mujer y el signo milagroso con el cual le regala la salud.

Estos signos, que concretizan la presencia del Reino entre nosotros, van más allá de la visita y del milagro en la casa de Pedro.  Los signos milagrosos que realiza Jesús curando a tantas personas que llegaron buscando el consuelo y la misericordia de Dios para sus situaciones de dolor, ponen de manifiesto la cercanía, la misericordia y la compasión del Padre que en su Hijo Jesucristo, instaura su Reino en medio de su pueblo.

Esta cercanía y misericordia de Dios por cada uno de nosotros va a permitir que los creyentes tengamos una perspectiva distinta a la del Antiguo Testamento, ante las situaciones de sufrimiento que podamos experimentar.

Job, en la primera lectura, manifiesta que su vida, llena de situaciones dolorosas y trágicas, parece no tener sentido, precisamente porque todo parece ser dolor y miseria.  Pero con la revelación de Cristo en el Nuevo Testamento, se manifiesta claramente que el Señor, como lo hizo con la suegra de Pedro y con todos los demás enfermos que quedaron sanos, es capaz de levantarnos y enseñarnos que el auténtico camino cristiano, ciertamente tiene dolor, dificultad y momentos de sufrimiento, pero que esas situaciones de dolor no tienen la última palabra; la meta es clara:  es dejarnos levantar por Cristo, aún más, traduciendo literalmente el verbo griego utilizado por San Marcos, es dejarnos resucitar por Él y participar de su vida, la cual será plena al llegar a la eternidad, pero que se vive y construye desde nuestro peregrinar en este mundo en el que se nos invita a colaborar en la instauración del Reino, tal y como lo hizo la suegra de Pedro, que fue levantada por Jesús y de inmediato se puso a servir.

Esta es la experiencia también de Pablo, él se encontró con Jesús camino a Damasco, esta experiencia, lo levantó de la ceguera y lo capacitó para ser el apóstol de los gentiles.  En la segunda lectura, Pablo manifestaba «Ay de mí, si no anuncio el Evangelio», porque quien experimenta los regalos del Reino, no puede ni debe callar.

Este domingo se nos recuerda que este compromiso es de todos los que somos bautizados, porque todos experimentamos la misericordia y la cercanía de Dios.  Él constantemente sigue saliendo a nuestro encuentro, nos hace levantarnos ?resucitar con Él? y nos invita a que sirvamos en la construcción del Reino, sirviendo a Dios y sirviendo a los hermanos.

Dios sigue contando con nosotros, para que los hermanos puedan experimentar la cercanía del Padre, la cercanía del Reino, gracias a los signos concretos de misericordia, compasión y solidaridad que nosotros podamos realizar con aquellos que más sufren.

En medio de una realidad que nos muestra a muchos hermanos que están pasando dificultad; somos nosotros los llamados a seguir construyendo el Reino de Dios, que muestre, especialmente a estos hermanos, la cercanía, la misericordia, la compasión y la ternura del Padre, gracias a la solidaridad de todos los que estamos llamados a darles una mano para que puedan levantarse.  Así nos lo recuerda el papa Francisco:  «Jesús [muestra su cercanía] con una presencia de amor que se inclina, que toma de la mano y hace levantarse, como hizo con la suegra de Pedro (cf. Mc. 1,31). Inclinarse para hacer que el otro se levante. No olvidemos que la única forma lícita de mirar a una persona de arriba hacia abajo es cuando tú tiendes la mano para ayudarla a levantarse. La única. Y esta es la misión que Jesús ha encomendado a la Iglesia» (07.02.2021).

Todo esto Jesús lo hace, con la fuerza de la oración.  Al final del día, se retira al desierto a orar a su Padre.  Que también nosotros, busquemos en la oración, la fuerza necesaria para responder con fidelidad a este compromiso de construir el Reino en medio de los hermanos.