Responsive image

Arzobispo

Signo de gracia y redención

Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José

La enseñanza de la Iglesia sobre el pecado original y su impacto en la naturaleza humana nos conduce a reflexionar sobre la profunda relación entre la desobediencia original de Adán y Eva y la tendencia innata al pecado que enfrentamos como seres humanos.

El pecado original afecta, verdaderamente, la naturaleza humana. El hombre, tentado por el enemigo, dejó morir en su corazón la confianza hacia Dios (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció su Palabra.

En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19) y, "en adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad". El pecado original es pues, un pecado "contraído", "no cometido", un estado y no un acto.

Según la doctrina cristiana, como resultado del pecado de Adán y Eva, tenemos una tendencia innata o inclinación a cometer pecados y a enfrentar luchas internas con nuestras debilidades y tentaciones. En otras palabras, existe una predisposición en nuestra naturaleza humana que nos hace más propensos a pecar y a enfrentar desafíos morales y éticos en la vida.

Esto no es sólo doctrina pues, a menudo, enfrentamos la dolorosa realidad que ya nos advertía san Pablo: "hacemos el mal que no queremos y dejamos de hacer el bien que queremos" (Rm 7,19), experimentando, con dolor, que el pecado habita en nosotros y nos separa de la voluntad de Dios.

Este círculo vicioso sólo lo podía romper Dios otorgándonos su gracia.  Precisamente, al celebrar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María recordamos el designio de Dios por el que la Madre de Jesús, la ?nueva Eva?, ha sido la primera en beneficiarse de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo, siendo preservada de toda mancha de pecado original desde el momento mismo de su concepción.

Dios ha amado a María en un grado tan pleno llegando hasta las raíces mismas de su existencia. La santidad de María se caracteriza por su nulo egoísmo y su dedicación absoluta al servicio de la obra de su Hijo, alcanzando una profunda comunión con la Trinidad Santa, lo que la hace única entre todas las creaturas.

La celebración de la Inmaculada Concepción de la Virgen María es pues, un recordatorio de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo. María, como "nueva Eva", fue preservada del pecado original y se convierte en un modelo de respuesta obediente a la voluntad divina. Esto nos ofrece la esperanza de que, a través de la gracia de Dios y nuestra disposición para abrirnos a su acción transformadora, podemos superar el pecado y vivir en armonía con la voluntad de Dios.

La Inmaculada Concepción de María reafirma en nosotros la importancia de la redención y la gracia divina en la vida de todos los creyentes, ofreciendo esperanza y aliento en medio de las luchas que enfrentamos. Esta esperanza nos impulsa a seguir el ejemplo de María y a buscar la transformación espiritual a través de una respuesta firme a la iniciativa divina.

María es la primera en demostrar una firmeza inquebrantable al responder a la iniciativa divina con las palabras "Hágase en mí según tu palabra"(Cf. Lucas 1,26-38).  Esta respuesta se convierte en el modelo para todo cristiano que está dispuesto a abrirse a la acción de Dios y permitir que Él nos transforme.

Hoy, como siempre, la Virgen Inmaculada, Madre del Salvador, ejerce su presencia maternal acompañando a sus hijos que peregrinan por las sendas de la historia. Por ello, al celebrar esta Solemnidad Mariana, elevamos nuestra mirada y le pedimos que nos sostenga en la lucha contra el mal y en nuestro compromiso firme y decidido por el bien.

 

INMACULADA CONCEPCIÓN

RUEGA POR NOSOTROS