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Obispo Auxiliar

La Iglesia es la viña del Señor

Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José

Este domingo la Liturgia de la Palabra presenta como imagen común en las lecturas que se proclaman la figura de la viña, la cual es la casa de Israel, como afirma la respuesta del salmo 79 y lo ha indicado con total claridad, tanto la lectura de Isaías como la parábola narrada por Jesús en el evangelio de San Mateo.

El cántico de la viña de la primera lectura, muestra cómo el dueño de la viña se ha dedicado al cuidado de su propiedad, habla de tierra fértil, abonada, cuidada, a la que se le quitó lo que pudiera provocar una mala cosecha.  Lo sembrado era una variedad selecta de uvas; pero, a pesar de todos esos cuidados, el resultado no fue el esperado, dio agraces, es decir unos frutos muy pequeños y muy ácidos que no sirven para comer ni para la fabricación del vino.

La primera lectura presenta esta contradicción entre todo el cariño, toda la atención y todo el cuidado que pone el viñador y los malos frutos dados por la viña.  El profeta indica que esos malos frutos son los hombres de Judá que cometieron iniquidad aun siendo receptores de todas las bendiciones de Dios e incluso de ser el pueblo de su preferencia.

La parábola evangélica es similar al cántico de la viña de Isaías, también Jesús presenta al dueño brindando todos los cuidados necesarios e incluso más de los necesarios en su viña, el hecho de que tuviera lagar y torre para el vigilante da a entender el cuidado extra que se puso en aquella viña, la preferida del amigo, como indicaba la primera lectura.

Asimismo la parábola evangélica manifiesta una incoherencia, en este caso sería entre la bondad, el cuidado y la confianza del dueño de la viña y aquellos que alquilaron la viña, los cuales hicieron daño a los criados e incluso, mataron al hijo.

Jesús indica con total claridad que estos hombres malvados de la parábola son los ancianos y los sumos sacerdotes a quienes está dirigiendo la parábola.  Aquellos que recibieron la confianza, el cuidado, la misericordia de Dios para cuidar y guiar al pueblo de Israel y no fueron capaces de respetar a los profetas e incluso serían los que mandarían a asesinar al Hijo.

Ambas lecturas recuerdan la Historia de la Salvación, en la cual Dios actúa con misericordia, cuidando de sus hijos, mostrando su perdón y dando todo para que el ser humano experimente su amor de Padre que no tiene medida.  Historia en la que este ser humano, aun haciendo experiencia de este amor, da la espalda a Dios y no sabe responder a Su misericordia.

Pero existe una diferencia importante en las dos lecturas proclamadas y es que el Evangelio habla de una consecuencia:  el dueño del campo dará la viña a otros trabajadores que trabajen en ella y produzcan frutos.

Esta viña es la Iglesia fundada por Cristo, el Concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium 6, nos recuerda esto: la Iglesia es la Viña del Señor, incluso así la llamó en varias ocasiones el recordado papa Benedicto XVI.

La Iglesia es el nuevo pueblo, los nuevos trabajadores llamados a producir frutos.  Esto es un gran compromiso para todos los que somos Iglesia, es decir, para todos los que por el bautismo nos integramos al Pueblo de Dios, a la Viña del Señor.

La Iglesia, es decir todos los bautizados, estamos llamados a trabajar en la Viña del Señor y producir frutos.

Las características de la viña siguen siendo las mismas, Dios la ha protegido, Él da todo lo necesario para trabajar, sigue siendo su campo preferido y la sigue llenando de cuidado y cariño.  Hoy, ese cuidado se manifiesta de muchas formas, pero de manera especial, con la gracia santificante de sus sacramentos, el bautismo que nos hace hijos, le eucaristía que nos alimenta y nos fortalece, la reconciliación y la unción que nos cuida, nos sana, nos muestra su misericordia y perdón y en fin, todo nos prepara para participar de la Vida Eterna.

Ante ese cuidado excepcional de Dios, a nosotros nos corresponde dar fruto abundante.  Frutos que son, principalmente consecuencia del modo en que el Dueño de la Viña nos ha tratado, de su amor perfecto, de su cuidado y de su protección.  Estos frutos deben traducirse en buenas obras, que en palabras de San Pablo en la segunda lectura, son la justicia, la amabilidad, la verdad, la nobleza, la honradez, la pureza.  Así nos lo ha recordado el papa Francisco:  «San Pablo, en la segunda lectura de la liturgia de hoy, nos dice cómo ser buenos obreros en la viña del Señor: todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. (cf. Flp. 4,8).  Lo repito: todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta» (04.10.2020).

Por tanto, hagamos experiencia de los regalos de gracia que el Dueño de la Viña nos ha dejado para que produzcamos buenos frutos.  No dejemos que nada nos aleje del Señor ni de su gracia, acerquémonos a la vida sacramental, de manera especial a la eucaristía, cultivemos la lectura de la Sagrada Escritura, acrecentemos nuestra vida de oración, hagamos obras de caridad y solidaridad y que así, los frutos de nuestra vida sean los esperados por el Dueño de la Viña y conformes a todo lo que Él nos ha regalado.