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Arzobispo

En comunión con María

Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José

La Santísima Virgen María, Nuestra Señora de los Ángeles, una vez más, nos convoca como Madre nuestra, por lo que confiadamente pedimos su intercesión ante su Hijo, por las intenciones que hay en nuestro corazón. Y como "Patrona" de nuestro país, nos invita a permanecer unidos en la oración, asegurándonos interceder con su ternura, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Este "ahora" que de forma ordinaria repetimos, hace referencia a las situaciones concretas de la vida de sus hijos, a sabiendas de que, "si alguno se encuentra solo y abandonado, ella es Madre, está allí cerca, como estaba junto a su Hijo cuando todos le habían abandonado".

"El Padre  "a la intercesión sacerdotal del Redentor ha querido unir la intercesión maternal de la Virgen. Es una función que ella ejerce en beneficio de quienes están en peligro y tienen necesidad de favores temporales y, sobre todo, de la salvación eterna. Con su amor de Madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz".

Las oraciones dirigidas a María no son vanas.  Nuestra Señora, modelo de virtud, fe y humildad, es la Mujer del "sí", que ha acogido con prontitud la invitación del Ángel, y "responde también a nuestras súplicas, escucha nuestras voces, también las que permanecen cerradas en el corazón, que no tienen la fuerza de salir pero que Dios conoce mejor que nosotros mismos. Las escucha como Madre".

Como nos enseña el Papa Francisco, "María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. Rezando con nosotros. ¿Por qué? Porque ella es nuestra Madre".

Sin duda, María está, de manera particular, cerca de los que sufren, está presente y acompaña a aquellos que están pasando por momentos de dolor, angustia o sufrimiento como estuvo en el Gólgota, a los pies de la cruz.

El amor, la compasión y el consuelo de nuestra Madre nos alienta también como Nación, a buscar su ayuda y protección en tiempos de crisis y necesidad. Ella nos entiende, pues habiendo vivido la alegría de la Anunciación, también experimentó la oscuridad de la crucifixión de su Hijo, esperando con firmeza la Resurrección.

Al conmemorar, un año más, la presencia maternal de la Negrita, presentemos ante nuestro Padre del cielo, por medio de Jesucristo, nuestra oración por la Iglesia en Costa Rica para que crezca en nosotros la fe, la esperanza y el amor y seamos, verdaderamente, luz para este pueblo y signo e instrumento de unidad entre los costarricenses.

Como pueblo creyente, pidamos por nuestros gobernantes y dirigentes; para que su competencia, acentuada por la sabiduría y la prudencia que vienen de Dios, los haga estar siempre al servicio de la Patria para un auténtico bien de nuestro pueblo.

Madre celestial, pedimos tu intercesión por todos los ciudadanos de nuestra Patria; para que, en la diversidad de opiniones, Dios ilumine las conciencias, apacigüe las pasiones y domine los rencores, que sepamos comprendernos, respetarnos y ayudarnos, de modo que prevalezca el bien común entre nosotros.

Que María, mujer de fe, nos de la fuerza para caminar con alegría, surcando caminos de esperanza, superando los obstáculos, especialmente en momentos de oscuridad.

¡Oh Madre! Abre nuestros corazones y haz que comprendamos que solamente en el espíritu del Evangelio, y viviendo el mandamiento del amor, será posible construir una Costa Rica mejor en todos los ámbitos de nuestra vida como Nación.