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Arzobispo

"Yo Soy el Pan Vivo bajado del cielo"

Mons. José Rafael Quirós, arzobispo metropolitano de San José

Con inmensa fe, nuestro pueblo católico ha celebrado solemne y vivamente, el Misterio de la Eucaristía, recibiéndolo con el corazón para que anime en nosotros la fuerza del amor y acompañando a Jesús Sacramentado con la certeza de que el Señor viene a nuestras calles para bendecir a su pueblo:  a la gente hambrienta de amor y de atención, que sufre el abandono, frente a tantas personas adultas mayores y solas, familias en dificultad, jóvenes que luchan con dificultad para ganarse el pan y alimentar sus sueños.

Quiero, en esta ocasión, para nuestra meditación personal, retomar algunos párrafos de la Instrucción Pastoral "Eucharísticum Mysterium" profundizando el lugar de la Eucaristía en la vida de la Iglesia y en la vivencia de la fe cristiana.

En este documento se nos recuerda que el misterio eucarístico es, sin duda, el centro de la liturgia sagrada y, más aún, de toda la vida cristiana. Por eso la Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, trata de penetrarlo cada día más y de vivir de él más intensamente.

El Hijo de Dios, encarnado en la naturaleza humana, redimió al hombre y lo transformó en una nueva criatura, superando la muerte con su muerte y resurrección. Nuestro Salvador, "en la última Cena, la noche en que iba a ser entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y a confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual..."

La vida de Cristo en este cuerpo se comunica a los creyentes, que se unen misteriosa y realmente a Cristo que ha padecido y está glorificado por medio de los sacramentos. Es el Señor mismo quien nos llama a intimar con él, a hacernos uno con él y en él, purificando el corazón de tanta idolatría del mundo.

No está demás, y esto lo dirijo con especial atención a los sacerdotes, que "para fomentar el orden debido en la celebración sagrada y la participación activa de los fieles, los ministros no sólo han de desempeñar su función rectamente según las normas de las leyes litúrgicas, sino actuar de tal modo, que inculquen el sentido de lo sagrado". 

De frente a las nuevas tecnologías y al acceso de la población a las cámaras fotográficas en sus teléfonos celulares, "hay que poner especial empeño para que no se perturben las celebraciones litúrgicas, especialmente las misas, por la costumbre de sacar fotografías. En donde se dé una causa razonable se haga con gran discreción..."

Asimismo, ya que  se permite que en la tarde de sábado precedente se pueda cumplir con el precepto de participar en la misa del domingo, "instruyan los pastores con cuidado a los fieles sobre la significación de la concesión y procuren que no se pierda por eso el sentido del domingo. La concesión pretende que los fieles, en las actuales circunstancias, puedan celebrar más fácilmente el día de la resurrección del Señor:"

En el misterio del sacrificio eucarístico, en que los sacerdotes desempeñan su función principal, se realiza continuamente la obra de nuestra redención, y, por tanto, "se recomienda encarecidamente su celebración diaria, la cual, aunque no puedan estar presentes los fieles, es una acción de Cristo y de la Iglesia», en la que el sacerdote actúa siempre para la salvación del pueblo". 

Les exhorto a seguir viviendo con verdadero gozo la Eucaristía, de manera particular todos los domingos, reunidos para escuchar la palabra de Dios y participar en el misterio pascual, pues "ante la Eucaristía, ante Jesús convertido en Pan, ante este Pan humilde que contiene todo el bien de la Iglesia, aprendamos a bendecir lo que tenemos, a alabar a Dios, a bendecir y no a maldecir nuestro pasado, a regalar palabras buenas a los demás".