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Obispo Auxiliar

¿Qué significa dar razón de nuestra esperanza?

Mons. Daniel Blanco, VI Domingo de Pascua

En este VI Domingo de Pascua, la Iglesia sigue conmemorando la Resurrección de nuestro Señor y continúa su camino de renovación bautismal.

Este Domingo, la Palabra de Dios, específicamente la lectura de la Primera Carta de Pedro, nos recuerda que el bautizado tiene el compromiso de dar razón de nuestra esperanza, incluso cuando esto signifique que nosotros que seamos denigrados por hacer el bien.

Se hace necesario preguntarse, ¿qué significa dar razón de nuestra esperanza?

La esperanza cristiana, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica es el «anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna.  El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad» (CEC 1818)

Por tanto, dar razón de nuestra esperanza, como nos lo ha pedido el apóstol Pedro, significaría para nosotros tener claro que nuestra meta es el Reino de los cielos y por tanto la bienaventuranza eterna.  Esta convicción nos debe animar en los momentos difíciles, porque para el cristiano el sufrimiento nunca será sinónimo de tristeza, porque la esperanza nos protege del desaliento y nos sostiene en todo desfallecimiento, como nos enseña el Catecismo.

En este sentido, las palabras de Jesús en el evangelio proclamado, nos ayudan a dar razón de nuestra esperanza.  Jesús llena de ánimo a sus discípulos de quienes se está despidiendo.  Ellos estarían llenos de dolor y desánimo ante la partida de su Maestro y el anuncio de la Pasión.  Pero Jesús les promete no dejarlos solos, permanecerá en ellos, vivo en ellos por medio del otro Paráclito, es decir del Espíritu Santo, que es el amor del Padre y del Hijo, por eso Jesús afirma que los discípulos, «permanecerán en mí, yo en mi Padre».

Estas palabras también se dirigen a nosotros, Jesús habla a sus apóstoles, pero también a todos los que lo aman.  Que mayor esperanza, para todos nosotros los creyentes, que saber que en la unión eterna y perfecta de la Trinidad Santísima estamos también nosotros.

También, dar razón de nuestra esperanza significa que la meta de la bienaventuranza eterna, no es una alegría egoísta sino que debe inspirar nuestras acciones para que tiendan siempre a la caridad, a hacer el bien.   Así lo hemos pedido en la oración colecta, que la alegría pascual se manifiesta en nuestras obras.

La primera lectura nos ayuda a comprender esto:  Damos razón de nuestra esperanza no sólo al vivir animados en medio de las dificultades, sino también, cuando esta esperanza nos preserva del egoísmo y nos conduce a la Caridad (Cfr. CEC 1818).

Los Hechos de los Apóstoles cuenta la experiencia evangelizadora del diácono Felipe, uno de los que, la primera lectura del domingo pasado, nos relataba que fue escogido para ser signo de la caridad en medio de las primeras comunidades cristianas.

Hoy la lectura lo presenta en Samaría, ciudad considerada tierra de paganos.  En esa ciudad, Felipe hace signos como los hacía Cristo, expulsando espíritus inmundos, sanando enfermos y predicando.  Signos que hicieron que muchos se convirtieran y pidieran el bautismo y que hiciera que los apóstoles bajaran de Jerusalén a Samaría a comprobar la conversión y a imponerles las manos para que también los samaritanos, aquellos considerados herejes y paganos, recibieran el Espíritu Santo.

Esa es, precisamente, la esperanza que nos libera del egoísmo y nos impulsa a la caridad.

Por tanto, la experiencia de la Pascua que estamos viviendo, debe convertirse en un momento privilegiado para dar razón de nuestra esperanza, desde estas dos realidades:

  • Que las situaciones difíciles y dolorosas, no nos hagan quitar la mirada de la meta que es la bienaventuranza eterna y la unión con Cristo, que ha prometido permanecer en nosotros y que nos motiven a perseverar en la fe.
  • Asimismo, este compromiso de dar razón de nuestra esperanza, también nos impulse a vivir la caridad, así nos lo enseña el papa Francisco:  «Meditando estas palabras de Jesús, nosotros hoy percibimos ser el Pueblo de Dios en comunión con el Padre y con Jesús mediante el Espíritu Santo. En este misterio de comunión, la Iglesia encuentra la fuente inagotable de la propia misión, que se realiza mediante el amor [?] Es el amor que nos introduce en el conocimiento de Jesús, gracias a la acción de este Abogado que Jesús nos ha enviado, es decir el Espíritu Santo. El amor a Dios y al prójimo es el mandamiento más grande del Evangelio.  El Señor hoy nos llama a corresponder generosamente a la llamada evangélica, al amor, poniendo a Dios en el centro de nuestra vida y dedicándonos al servicio de los hermanos, especialmente a los más necesitados de apoyo y consuelo».


Que Cristo Jesús, que nos ha dejado su Espíritu, nos anime a vivir la esperanza que nos impulsa a vivir la caridad y a ser alegres, en medio de las dificultades, porque estamos convencidos que la meta de nuestra vida es el Cielo.

Que ese Espíritu, recibido desde el bautismo, nos guíe y nos fortalezca en el cumplimiento de esta misión.